CONCHITA

Diario Espiritual de una
Madre de Familia

Soledad de la Madre de Dios

El aspecto más original de Conchita en la contemplación de María fue el de penetrar bajo la luz del Espíritu Santo en la profundidad de su asociación a la Obra Redentora de su Hijo durante los últimos años de su vida terrestre.

El Vaticano II afirma que "la Tradición Apostólica va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo, es decir, crece la comprensión de las palabras e instituciones transmitidas cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón (cfr. Lc. 2,19.51), cuando comprenden internamente los misterios que viven" (Const. "Del Verbum" No. 8). La experiencia mística de los espirituales es un camino a la explicación de la fe.

El aspecto nuevo de la doctrina mariana según la espiritualidad de la Cruz está en la imitación de la soledad de la Madre de Dios, en los últimos años de su existencia sobre la tierra, cuando su vida espiritual había alcanzado el grado máximo de amor que le permitió obtener por medio de su martirio interior, hasta ahora insospechado, la aplicación a la Iglesia de todas las gracias merecidas por Cristo, necesarias a la Iglesia como institución y a cada uno de sus miembros hasta el final de los tiempos.

La palabra "soledad" es intraducible; significa a la vez "soledad", "aislamiento" y martirio silencioso en la pura fe, en la ausencia aparente de Dios y de su Hijo que ha partido al cielo, en una suma inconmensurable de sufrimientos que se miden por la plenitud siempre creciente de su amor inmenso.

"Debo imitar a María en su soledad"

A partir de 1917, en el transcurso de los últimos veinte años de su vida, por inspiración divina, se vio desarrollarse en Conchita una forma nueva de devoción mariana: la imitación de la "soledad" de la Madre de Dios, en el atardecer de su existencia terrena en el momento en que la vida de amor de la Madre de Dios alcanzaba el máximo de su plenitud, en beneficio de la Iglesia naciente y de todos los combates de la lglesia peregrinante y militante hasta el fin de los siglos.

"Dios me quiere sola, mi papel ahora es el de la soledad. Debo acompañar a María, imitar a María en su soledad, en la última parte de su vida" (Diario T. 41, p. 45, febrero 14, 1917).

"Que María sea tu modelo"

En mi vida espiritual para con las almas, nunca mi Madre se aparta de Mí; es decir, tiene que ser simultánea la imitación de nuestras vidas en la tierra, aunque la suya estuvo fundida en la Mía. Y así como Yo fui Redentor, Ella fue la corredentora y las almas que más la aman y que más a Ella se asemejan son las que con más perfección toman mi parecido.

"Tú tienes que imitarla en las virtudes, te he dicho siempre sobre todo en la humildad y pureza de corazón. Estudia las que practicó en su soledad y en la última etapa de su vida, siempre con su mirada y toda su alma puestas en el cielo, dándome, en su ocultamiento, gloria en la tierra".

"Con su pasión de cielo, es decir, con su pasión de amor anhelando el cielo, alcanzaba las gracias del cielo para la naciente Iglesia" (Diario T. 41, p. 62-63, febrero 18, 1917).

"Ha comenzado una nueva etapa de tu vida"

"Cada vez que María, mi Santísima Madre sentía el dolor de mi ausencia en cualquier forma (que era continuamente) luego lo ofrecía al Padre por la salvación del mundo y de la naciente Iglesia. Ese apostolado del dolor (que es el de la cruz) en Ella, en el tiempo de su soledad, fue el más fecundo e hizo al cielo derramarse en gracias".

"Así tú: has comenzado en esta nueva etapa de tu vida un reflejo de la de María, y te toca imitarla sin desperdiciar tus penas, que en su unión y la Mía, tendrán valor. Así en esta forma sobrenaturaliza tus dolores de Soledad, para que fecundicen en favor de tus otros hijos" (Diario T. 41, p. 135-136, marzo 21, 1917).

La Soledad es la participación de la Pasión íntima del Corazón de Cristo y es la consecuencia de la encarnación mística.

"Yo he dado a algunas almas la gracia de asimilárseme con estigmas exteriores de mis llagas pero a mi Madre le di mi semejanza absoluta en su interior, después de mi Pasión, con todos mis dolores, llagas y penas que sufrió mi Corazón".

"En esto la imitarás tú: se imprimirá mi imagen en tu alma, pero dolorosa, que este es el paso que sigue o llega en la encarnación mística y en el cual estás. Gustarás de las amarguras de María, no sólo acompañándola o siendo compañera de su soledad sino sintiendo en tu corazón el eco de sus dolores, el reflejo de sus lágrimas y con el mismo redentor y glorificador fin: la salvación de las almas" (Diario T. 41, p. 217-218, junio 11, 1917).

El 29 de junio recibe una grande iluminación. María está en el corazón de la Iglesia y lleva a toda la Iglesia en su Corazón. Al pie de la Cruz fue constituida Madre espiritual de los hombres y la efusión del Espíritu Santo el día de Pentecostés causa en Ella una nueva plenitud de gracia para cumplir su misión maternal.

Toda su fe, su entrega incondicional a los designios de Dios, su amor ardiente, su obediencia humilde, la impulsan a continuar la Obra de su Hijo "completando Io que falta a los sufrimientos de Cristo en favor de su Cuerpo que es la Iglesia" (Col. 1,24).

María, Madre de la Iglesia, engendra con sus dolores, que proceden de su amor, a todos sus hijos, para Dios. Pero esto es un secreto de María.

"Su Corazón se representa con rosas, pero debajo están las espinas. Rosas que significan las gracias para sus hijos, pero compradas con dolores como infinitos. Y es que una Madre y más María, las espinas, y los dolores los esconde para ella y las rosas y las caricias y no los sacrificios, es lo que enseña a sus amados hijos" (Diario T. 41, p. 285, junio 30, 1917).

Los últimos años de María fueron los más fecundos

"Para estos últimos tiempos destinados al reinado del Espíritu Santo y triunfo final de la Iglesia estaba reservado el honrar los martirios de soledad de María, su Esposa amadísima, Martirios que sólo la virtud y la fortaleza de este Divino Espíritu pudo sostenerla con vida.

"Vivió como milagrosamente María, y sólo para comprar las gracias que su maternidad exigía para la humanidad.

"Vivió para dar testimonio de Mí, en mi Humanidad, como el Espíritu Santo la dio de mi Divinidad.

"Vivió para ser el instrumento material del Espíritu Santo en la naciente Iglesia, como Él era el divino y espiritual.

"Vivió para dar el primer alimento a esa Iglesia única verdadera y merecer en el cielo los títulos de Consoladora, Amparo, Refugio de sus hijos.

"Esa etapa de la vida de María es casi ignorada, siendo para su corazón el manantial de la amargura, la quintaesencia del martirio, el depuramiento de su amor. Y para el mundo fuente inagotable de las gracias y la vida de las misericordias.

"Al pie de la cruz nacieron sus hijos: mi muerte les dio la vida en el Corazón de María, pero Ella, antes de morir debía en la tierra manifestar esa maternidad comprando con los crueles dolores de mi ausencia las infinitas gracias presentes y futuras para sus hijos.

"La aureola especial de Madre de la humanidad la conquistó María con sus martirios de soledad después de mi muerte: "y acaso el mundo conoce, aprecia y agradece esto? Pero ha llegado el tiempo de que los hijos sean hijos y estimen ese corazón destrozado con los martirios más finos y sensibles, para hacerlos felices. Ahí entonces compró María los millones y millones de gracias para todos y cada uno de los hombres y es tiempo de que se lo agradezcan" (Diario T. 41, p. 286-288, junio 30, 1917).

Una de las fuentes del dolor de la Soledad de María es la ausencia de su Hijo. No es un dolor egoísta que se encierre sobre sí mismo, sino un dolor purísimo que brota de la caridad encendida que tiende a la posesión de Dios.

San Juan de la Cruz habla de este amor en la "Llama de amor viva" (cfr. Coment. 1a. estroga). Si esto se verifica en los pobres pecadores que han sido transformados por la caridad divina, ¿qué decir de la caridad de la Inmaculada Madre de Dios?

Esta etapa culminante de la vida de María es la perfecta realización de su existencia siempre abandonada a la voluntad de Dios como la "humilde sierva del Señor"

Las virtudes y los sufrimientos de María han permanecido ocultos

"Como las virtudes de María fueron ocultas por su humildad, por ejemplo en la Purificación, pues nunca Ella los externó, así sus dolores fueron también ocultos, sin queja, sin reproche, aceptándolos todos, abrazándolos todos sin perder uno solo, y hasta amándolos, adorando en ellos la voluntad de Dios que era su vida. Esa adhesión a mi voluntad adorable que te dije ejercitó María después de mi Ascensión fue especialísimamente íntima, en su vida de dolor sin nombre, en sus martirios de ausencia y en sus tormentos de soledad.

"Adhesión, simplificación, unificación altísima y estrecha de voluntades, de mis quereres con sus martirios (que tenían vida) que subyugaba Ella y unificaba a mi deseo y designios de sacrificarla, ese fue el matiz más vivo de María, esta fue su adhesión sublime, santísima y divina que la absorbía en mi voluntad humillándola, torturándola, quebrantando su corazón con afinamientos increíbles de dolor, en el amor mismo.

"No se valoriza el título de Reina de los Mártires en María porque está muy lejos el hombre de entender su amor.

"Tú, como un reflejo de su vida y de sus dolores debes asimilártele en esta adhesión a mi voluntad que tritura tu corazón y lo traspasa" (Diario, T. 41 p. 291-292, julio 2, 1917).

A medida que Conchita va progresando en la imitación vivida de la Soledad de María, su mirada contemplativa irá penetrando en la profundidad de este misterio.

La maternidad de María es una maternidad comprometida: María se une en la fe y en el amor a la intención profunda del Verbo que se hace hombre para glorificar a su Padre en la salvación de los hombres. La asociación de María a la Redención del mundo no es un privilegio nuevo que viniera a agregarse a su Maternidad divina, sino simplemente un aspecto que integra la totalidad de la misma en su realización existencial. María es corredentora, Madre de la Redención, porque es la Madre de Jesús, Madre de "Yahveh que salva".

La "Soledad" de María es la asociación más profunda al acto redentor de Cristo. El drama de nuestra salvación se decide en el momento mismo en que Jesús abandonado misteriosamente por su Padre, se abandona a su vez con confianza y amor en sus manos. Es el "sí" del hombre en la suprema angustia.

"Tú te habías hecho cargo de la primera soledad de María, es decir, de la exterior, pero no habías pensado en la interior, la más cruel y amarga, la desgarradora en la que el espíritu agoniza presa del desamparo.

"El martirio de María después de la Ascensión no fue tan sólo por la falta de mi presencia material, sino que sufrió los crisoles más tremendos del desamparo cómo el mío de la cruz y uniéndolo el Eterno Padre al Mío que compró tantas gracias.

"Como corredentora que fue María sintió en su alma purísima el eco de todas mis agonías, humillaciones, injurias y suplicios, el peso de los pecados del mundo que hicieron sangrar su corazón y el vibrante dolor del abandono del cielo que compra gracias.

"Tú tienes que ser un eco fiel de esa Madre dolorosa, te faltaba el martirio del puro abandono, del abandono Mío, de ese desamparo que purificando compra gracias.

"Cierto es que María no tuvo nada que purificar en sí misma, pero sí en la humanidad, es decir en sus hijos, conquistando con ese dolor una nueva corona de Madre Mártir. Así se desmembraba por sus hijos, así daba la vida sobrenatural, así les compraba el cielo" (Diario T. 42, p. 281-283, junio 22, 1918).

María es verdadera Madre de los hombres, su maternidad espiritual es una maternidad comprometida. Ella, la Inmaculada, sufre por los pecados de sus hijos.

"El Corazón de María compró estas gracias en el martirio de su Soledad desamparada, no de los hombres porque tenía a san Juan, a los Apóstoles y a muchas almas que la amaban intensamente; no de mi presencia material, que Ella se consolaba con la Eucaristía, siendo su fe muy viva y perfectísima, sino con el desamparo espiritual, desamparo divino de la Trinidad que se le escondía...

"María sufrió más que todas las almas desamparadas, porque sufrió el reflejo del desamparo Mío de la Cruz que no tiene comparación ni lenguaje humano para expresarlo. No es honrado este desamparo de María, este vivo y palpitante martirio de su soledad, el martirio desolador del divino desamparo, que padeció con heroico esfuerzo, con resignación amorosa y sublime abandono a mi voluntad.

"Imítala en tu pequeñez y corto alcance: procura imitarla con todas las fuerzas de tu corazón que tienes que hacerlo para comprar las gracias y purificarte. Grande honra es cuando escojo a las almas para secundar la redención y corredención en mi unión y en la de María, este Apostolado de la Cruz, es decir el del dolor inocente, del dolor amoroso y puro, del dolor expiatorio y salvador en favor del culpable mundo" (Diario T. 42, p. 284-288, junio 23, 1918).

Cercana ya a la consumación de su existencia, escribirá en su Diario: "Madre Dolorosa a quien tanto amo, enséñame a sufrir como tú sufriste y a amar a Jesús como tú lo amaste en tu terrible Soledad" (Diario T. 65, p. 327-328, octubre 13, 1936). "Lo prometo con todo el corazón: abandonarme en el Dios que me abandona" (Diario T. 65, p. 204, octubre 6, 1936). "Virgen María, sé tú mi fortaleza enséñame la Perfecta alegría del Calvario, de tu Soledad espantosa en todos los momentos que me restan de vida. Alcánzame más y más vivas en mí las virtudes teologales y el no morir sin haber cumplido en la tierra los designios de Dios. Sólo por El, por ser quien es, por la gloria de su Padre Amado" (Diario T. 65, p. 397-398, octubre 20, 1936).

La imitación de la "soledad de María" fue la consumación de la vida espiritual de Conchita durante los últimos veinte años de vida.

Este aspecto nuevo de la doctrina mariana según la espiritualidad de la Cruz es de una profundidad teológica incomparable.

Todo el misterio de María se desarrolla en el tiempo. Su asociación a la obra redentora de Cristo no se reduce tan solo a su presencia al pie de la Cruz en donde "sufrió profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado" (L.G. No. 58). Continuó y creció a la medida de su amor hasta el fin de su fase terrestre hasta llegar a la consumación de la plenitud de gracia que es en María la disposición última según el designio de Dios para su glorificación y su Asunción a los cielos.

La "Soledad" de la Madre de Dios es la configuración suprema con Cristo Crucificado, el sentido profundo de su maternidad espiritual por el sufrimiento salvífico que nace del amor y de la caridad consumada y que produce la perfecta alegría, el gozo que nace de la Cruz de Cristo y que es fruto del Espíritu Santo.


 

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