CONCHITA

Diario Espiritual de una
Madre de Familia

Su Misterio preferido:
La Presentación de Jesús al Templo

Nada es más revelador del secreto interior de un místico como el adentrarse en su experiencia espiritual y colocarse en su perspectiva personal. Su gracia propia se manifiesta en su diversa actitud ante los misterios de la vida de Cristo y de María.

A primera vista, ya que la "encarnación mística" es la gracia central de Conchita, pudiera pensarse que el misterio de la Encarnación fuera el centro de su contemplación mariana, sin embargo su misterio preferido es la Presentación de Jesús al Templo.

Encontraba en este misterio privilegiado la actitud fundamental de la encarnación mística y de la ofrenda de amor, quintaesencia de la doctrina de la Cruz: la oblación del Verbo a su Padre y la ofrenda total de sí misma por amor en unión con Cristo, pero por las manos de María.

El 2 de febrero de 1907 el Señor decía a Conchita: "El misterio que se celebra hoy concreta tu misión, la cual es ofrecer constantemente la Víctima en tu corazón, para que sea inmolada en favor del mundo. El dolor que esto produce es un dolor santo, sublime, especial y purísimo, porque no entra en él la criatura buscándose a sí, sino que sufre sólo por mi sufrir y esta es la perfección del dolor y del amor.

"Yo debo ser ofrecido por ti, a cada instante, como víctima en favor de los demás; unificándote tú a la gran Víctima con todas sus propiedades; Como fue el de María con sus mismas virtudes y cualidades. Imítala, estúdiala y modela tu corazón con esta bella imagen" (Diario T. 25, p. 124-128, febrero 2, 1907).

A Io largo de su Diario encontramos el recuerdo de este misterio: "Febrero 2. La Purificación. Misterio tierno y lleno de enseñanzas para mi alma. Ese, me ha dicho el Señor que es mi papel, que purificada lo ofrezca al Eterno Padre constantemente, en favor de la salvación del mundo" (Diario T. 38. p. 19).

"Febrero 2, 1922. La Presentación. Es mi día, cuántas veces, hasta en los misterios del rosario, cuando toca éste, he llorado de dolor y de amor" (Diario T. 44, p. 24 A)

Es interesante observar que la gran reforma litúrgica prescrita por el Vaticano II, al substituir la fiesta de la Purificación de María y la Candelaria, por la Presentación de Jesús al Templo, le ha restituido su verdadero sentido. No es ésta solamente la Fiesta de la Luz, simbolizada en los cirios encendidos, en recuerdo de Cristo, "Luz de las naciones": es ante todo el cirio que se consume ante Dios, simbolizando la oblación del Verbo encarnado ofreciéndose al Padre para su gloria y para la salvación de los hombres. Este año el Papa Pablo VI ha querido celebrar este rito él mismo, subrayando la significación profunda y nueva de esta ceremonia litúrgica: la oblación del Verbo, y con El, la de su Cuerpo místico, por las manos de María, Madre de Ia Iglesia y de todo el Pueblo de Dios.


 

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