CONCHITA

Diario Espiritual de una
Madre de Familia

La Virgen de la Cruz

En todos los santos la intimidad con María reviste la actitud y la forma de su gracia personal. Teresa de Lisieux dirá de María: "Ella es más Madre que Reina". Bernardita venerará en Ella a la Inmaculada. Conchita, desde su "óptica característica", contempló a María en el misterio de su asociación íntima a la Cruz de su Hijo para la gloria del Padre en la salvación del mundo. Para Conchita, la Virgen María es ante todo la Virgen de la Cruz.

Ya desde el principio de su Diario se nota este atractivo de gracia: "Mucho me impresionaron los sermones sobre los dolores de la Sma. Virgen... La Pasión de Jesús fue la Pasión de María, sólo Ella comprendió aquel grito de Jesús en su abandono. La medida del dolor es la del amor y la medida del amor es la de la gracia y María está llena de gracia, de amor y de dolor. Yo me enamoré anoche de la Virgen Dolorosa" (Diario T. 1, p. 347-348, marzo 17, 1894).

La gracia central de la vida de Conchita: la encarnación mística le hizo descubrir los sentimientos más íntimos de la Madre de Dios. Consagrada totalmente a la persona y obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la redención con El y bajo El, cooperando a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres.

La Virgen de la Encarnación es la Madre de Jesús Sacerdote que al entrar a este mundo dice: "He aquí que vengo a hacer tu voluntad" (Heb. 10,5.7). La misión propia de María en la salvación es tan inseparable de su maternidad divina como la función redentora de Cristo es inseparable de su Encarnación.

"María fue la escogida entre todas las mujeres para que en su virginal seno se obrara la Encarnación del Divino Verbo y desde aquel instante Ella, la sin mancha, la Madre Virgen, la que aceptó con el amor y la sumisión más grande que ha existido en la tierra hacia mi Padre, no cesó de ofrecerme a El cómo víctima que venía del cielo para salvar al mundo, pero crucificando su corazón de Madre a la divina voluntad de ese Padre amado.

"Y me alimentó para ser víctima consumando la inmolación de su alma al entregarme para ser crucificado. Y un mismo sacrificio era el Mío en la Cruz, como el que se obraba en su corazón..."

"Siempre María me ofreció al Padre, siempre hizo oficio de sacerdote; siempre inmoló su Corazón inocente y puro en mi unión para atraer las gracias de la Iglesia" (Diario T. 59, p. 282-283, abril 6, 1928).


 

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