CONCHITA

Diario Espiritual de una
Madre de Familia

El destino del hombre

--"Si tamaña distancia nos separa, Jesús mío... si entre esta nada y tu inmensidad hay un abismo, un caos, ¿cómo es posible la unión de estos dos polos?

--"Entre estos dos polos, Dios y tú, estoy Yo hecho hombre. Sólo tu Jesús puede unirlos estrechísimamente. Sin pasar por Mí nadie llega a la inmensidad de Dios ni vislumbra su divinidad; como tampoco sin Mí nadie baja ni tiene luz para conocer la profundidad de su nada. Soy Yo el centro, la puerta, el camino, la luz que ilumina al conocimiento propio y a la contemplación divina. Soy el punto de unión, el Redentor, la Luz, la Vida, el foco de eterna perfección. Estudia este libro, a tu Jesús, y serás santa imitándolo.

"Me dijo cómo El tenía un brazo en la Cruz en un polo, y otro en el otro y que la unión o donde estos se juntaban era en su Corazón". (Diario T. 6, p. 160, agosto 25, 1895).

La visión de universo de Conchita, al igual que la de los místicos, no está orientada a un conocimiento científico de los seres creados, como la del filósofo o la del sabio, sino que desemboca en un itinerario espiritual que conduce al hombre hasta Dios. Es la "ciencia de los santos". Ella pertenece a la raza de los grandes espirituales como una Teresa de Avila, un san Juan de la Cruz, una Teresa de Lisieux, quienes escribieron, respectivamente, un "camino de perfección", un "sendero de la nada" que dirige a las almas hacia la cumbre del Monte Carmelo, o una Teresa de Lisieux, que revela un "caminito" enteramente nuevo, de confianza y de amor, para llegar a Dios. Conchita conduce a las almas hacia Dios por la Cruz. Para ella, la Cruz es el único "camino del Amor"

Una Catalina de Siena dirá que Cristo es el "puente" que nos permite llegar a Dios. Bajo imágenes diversas todos ellos profesan su fe en Cristo, "el único Mediador entre Dios y los hombres", como enseña la carta a los Hebreos. (cfr. Heb 9,15; 10,12.21). ¿Cómo no ver que el Crucificado se halla en el "centro" de esta doctrina de la Cruz?

Después de haber captado, cómo la óptica fundamental de esta espiritualidad es "Jesús y Jesús Crucificado" vislumbrado con la luz superior del Espíritu Santo, nos quedan por analizar los aspectos múltiples y las diversas etapas de este itinerario espiritual: el hombre pecador se aleja del mal por la expiación y la penitencia hasta alcanzar la muerte de su propio "yo", tiende positivamente hacia Dios por medio de la práctica de las virtudes cristianas y de los dones del Espíritu Santo, que encamina a las almas hacia las más elevadas cumbres de la vida espiritual: la encarnación mística, cuyo acto principal y actitud fundamental consistirá en la oblación continua del Verbo encarnado a su Padre, y en la ofrenda total de la propia vida por El, con El, y en El, para la gloria del Padre y la salvación del mundo. Es ésta una presentación nueva del Evangelio de la Cruz.

Si se quiere comprender la espiritualidad de la Cruz es indispensable comprender que el hombre, sujeto de la vida espiritual, es un ser esencialmente pecador. El pensamiento moderno, centrado totalmente en el hombre, nos presenta al hombre marxista, al sabio, al hombre ávido de libertad personal ilimitada, al hombre independiente de Dios y dueño de su propio destino en un universo construido por él y para él. Visión equívoca pero difundida en casi todas partes del mundo por las múltiples formas de humanismo ateo. El Concilio Vaticano II ha replicado a ello mediante la presentación, a la luz de la fe, de la vocación integral del hombre, imagen de Dios, llamado a asemejarse a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre: tanto más hombre cuanto más se parezca a Cristo y entre en comunión con su misterio pascual. Esta visión cristiana del hombre es la que nos revelan los escritos de Conchita.

El hombre solamente en Dios tiene explicación. Tiene su origen en la Trinidad. Pasa por la tierra imitando a Cristo y realiza su destino supremo en su "consumación en la unidad de la Trinidad". Visión sublime, realizadora de las más elevadas aspiraciones de la personalidad humana.

"Dios ha creado al hombre, feliz de formarlo "a su imagen" para atraerlo hacia el cielo" (Diario T. 23, p. 166, 23 de julio, 1906.

"¡Oh!, si el hombre comprendiera el endiosamiento en que vive no pecaría. El es el templo del Espíritu Santo y trasunto de la Trinidad en su alma; es de origen divino, es decir, inmortal y participa de ese Dios en cada acto y respiración; vive por El, y entonces, ¿cómo no vive de El? Aquí está el desorden en la criatura que quiere con el pecado sustraerse a Dios, cosa imposible, porque no podría vivir fuera de Dios, ni borrar de su alma a Dios, por más que manche y oscurezca con sus pecados el reflejo de ese Dios" (Diario T. 38, p. 162, abril 23, 1913).

"Dios creó al hombre sólo para gozar pero el pecado mató estos planes, porque lo manchado no podía ser inmortalmente feliz, necesitaba blanquearse, y para blanquear las almas es precisamente el dolor, que unido a la expiación divina del Verbo hecho carne abrió el cielo volviendo a hacer que el hombre pudiera gozar eternamente" (Diario T. 38, p. 128, abril 18, 1913).

"Inmortal es el alma que lleva en si la imagen de la Trinidad, el germen de la unidad y la tendencia a lo infinito, a lo divino, y por eso en la tierra no encuentra satisfacción completa" (Diario T. 38, p. 115, abril 15, 1913).

"Soy Yo hombre y si Yo no hubiera existido, el hombre tampoco hubiera existido. Ama Dios al alma como reflejo de la Trinidad y ama sólo al cuerpo por ser reflejo mío, hombre perfectísimo, tipo y modelo de todo hombre". (Diario T. 23, p. 249, julio 27, 1906).

A través de estos textos, espigados un poco al azar en el Diario de Conchita, encontramos los elementos de una antropología cristiana que nos presenta una solución al problema actual del hombre; a la luz de la fe de su bautismo, el hombre se le presenta como "una imagen de la Trinidad". Así se une a la corriente de los demás grandes maestros del pensamiento cristiano. San Agustín nos presenta el corazón del hombre insatisfecho mientras no descanse en Dios, porque ha sido creado para "gozar de la Trinidad". Siguiendo a San Agustín, Santo Tomás precisa: "La visión de la Trinidad en la Unidad es el fin y el fruto de toda nuestra vida". "Cognitio Trinitatis in Unitate est finis et fructus totius vitae nostrae" (III Sent. 29,8,1).

Como el Concilio Vaticano II, para comprender al hombre el diario espiritual de Conchita nos invita a mirar a Cristo. Cuanto mayor sea el parecido con El, tanto más se es plenamente hombre. (Cfr. G.S. No. 41).


 

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