Favores
Divinos
De
esta manera avanza hacia Dios. Sus hijos la necesitan en casa. Sin descuidar nunca los
deberes de estado encuentra tiempo para continuar su apostolado de la Cruz. Hace oración,
escribe su Diario por obediencia al director espiritual. Camina hacia Dios a través de
alternativas de luz y oscuridad, de dificultades cotidianas y de alegrías. La gracia divina
la invade más y más. Hace esta confidencia a un obispo que fue para ella un padre y un
amigo: "¡Oh,
son innumerables los favores que Dios se ha dignado hacerme a pesar de mis ingratitudes! "Me
lleva, me envuelve en su inmensidad, en sus atributos; me descorre como los velos de los
misterios, y me hace, no sé cómo, sentir y como palpar, sin necesidad de la fe el misterio
de la Santísima Trinidad, de la felicidad de Dios en la comunicación de las tres divinas
Personas; de la Generación eterna; del origen altísimo de las virtudes teologales y de la
virginidad; de aquel conjunto-unidad de la substancia divina, del Verbo, del Espíritu
Santo, de la gracia de la luz, en fin, cosas indecibles, que, si no son de Dios serán del
diablo, pero mías no. "Me
da seguido luces de propio conocimiento que no me dejan levantar de mi propia miseria. Su
presencia es a veces sensible, sobre todo en la Sagrada Comunión, traspasándome su luz,
sus rayos, purificándome. Me dictó así, con su divina voz, aunque yo me resistiera, un
tratado de virtudes muy perfectas y de vicios. Me hace escucharlo, aún cuando yo me
disimule entenderlo, y después no me deja descanso hasta que escribo. "Dice
que me ha regalado el don de la pureza y de la humildad; dicen mis confesores que esto es
cierto, porque ciertamente no entiendo la impureza, ni puedo levantarme, ¡Oh no! por su
divina gracia, con lo que es suyo, puramente suyo. Entre tantas obligaciones, de marido
antes (pues enviudé hace cuatro años) y de hijos, etc., no me deja el Señor, sino que
siempre por medio del sacrificio me empuja a crucificarme, a anhelar el dolor, el martirio,
a darle la sangre todos los días por la salvación de las almas, por las Obras de la Cruz
que tanta gloria le darán. "Me
han mandado a que examinen mi espíritu varios jesuitas (dos provinciales), el P. Visitador
de los Misioneros del Corazón de María y otros varios sacerdotes, a beneplácito de mi
confesor, de ciencia y virtud; y después de hacerme volver, y de pedir luz en sus oraciones
me han asegurado todos que mi espíritu es de Dios, que las Obras de la Cruz son de El, y que
debo confiar y esperar, tomando los medios que están a mi alcance en su favor. "En
los papeles que tengo escritos de cosas tan altas que yo no entiendo, como del Verbo, del
Espíritu Santo, efectos espirituales, etc. me han dicho que en nada se apartan de las enseñanzas
y doctrina de la Santa Iglesia (a la cual amo más que a mi vida y quiero someterme sin
reserva, con todo el corazón), y que debo continuar los impulsos del Señor y la vida de
martirio, ese voto de siempre procurarme padecimiento que hace años me pidió el Señor y
Él me ayuda a cumplirlo. "Estos
son los favores; pero mis pecados y mis miserias los sobrepujan. No sé cómo el Señor se
ha valido de este pobre caño para hacer pasar sus gracias" (Relación hecha a Mons.
Leopoldo Ruiz y Flores, 1905). |
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