"Un terrible golpe vino a sacarme del mundo y sus vanidades para acercarme a Dios.
"Mi hermano Manuel, el mayor de todos y que mucho me quería, fue muerto violentamente de un balazo que le llevó los sesos al techo del comedor en done acompañaba a una visita, a don Pancho Cayo, a quien se empeñó en detener a comer.
Fue una desgracia terrible pero inculpable: al pararse y volverse a sentar tomando el café se atoró el galillo de la pistola que llevaba al cinto ese señor; disparó y entrando la bala por un carrillo y saliendo por la cabeza de mi hermano lo dejó al instante muerto.
Dejó a su esposa con tres niños.
"De golpe supimos la noticia y emprendimos el camino a Jesús María. Mi madre, luego que se enteró de lo que pasaba, se arrodilló a rezar primero que dar rienda suelta a su dolor. Esto aconteció a las dos de la tarde y a las diez de la noche estaba yo a la cabecera del cadáver... Mis padres estaban locos, sin culpar a nadie.
Yo sufría atrozmente; el Sr. Cayo desesperado; mi hermano Primitivo que había estado presente al suceso, entre relámpagos y truenos daba vueltas por la azotea, desolado.
Ahí le nació la vocación, ¡Qué
cosas, Dios mío! Fue muy cruel este golpe pero muy saludable para mi pobre alma, tan divagada y distraída; y aún para toda mi familia.
Volví con el luto a darme más a Dios, a pensar más de cerca en Él, desprendiéndome de la corriente que me llevaba a las vanidades de la tierra".
"Yo siempre he sufrido mucho por querendona: he tenido muy pegajoso el corazón. No tan sólo en casos de muerte sino aún en ausencias, desde muy niña, que iban y venían mi padre y mis
hermanos, ¡Cuántas lágrimas me costaban! Mucho ha sufrido mi alma por su sensibilidad.
Yo creo que nunca he sido comprendida sobre el particular; ha sido uno de mis mayores martirios el corazón, por más que en apariencia parezca fría e indiferente". (Aut. I, p. 82-85)
"Crecí como la hierba de los campos"
"Crecí como la hierba de los campos, al natural, y qué poco entendí, ¡Dios mío! tus gracias y tus favores, la predilección tan singular con que siempre has cubierto a mi pobre alma... Siempre he tenido inclinación a escribir.
De dieciséis años escribí una historia de la vida que llevábamos en "Peregrina", muy llena de Dios; le rompí la mayor parte.
En esa hacienda todas las noches a la oración, al oscurecer, sentía que mi alma se remontaba de la tierra buscando con anhelo a Dios; era una hora favorita en la que embargaba a mi alma algo, siempre aquel algo que yo no entendía pero que me elevaba de la tierra haciéndome buscar el cielo!...
"Tranquila y hermosa era esta vida, pero a mi no me gustaba del todo por el pendiente de Pancho que estaba en San Luis". (Aut. I, p. 101).
Al escucharla se piensa en la exclamación del poeta: "Un único ser nos falta y todo está
desolado" (Lamartine).
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