CONCHITA

Diario Espiritual de una
Madre de Familia

Novia a los trece años

"Me repugnaban los bailes pero ya con vestido largo era costumbre concurrir a ellos. Recuerdo que para el primero, que fue un día 12 de diciembre, en la familia, ya era hora y yo no me quería vestir, mejor acostar; pero tenían en mi casa compromiso y fui.  Ahí me presentó uno de mis hermanos al que fue mi marido.  El 24 de diciembre fui a otro baile, ahí me volvió a hablar, y yo mortal de oír flores y tonterías.  No me sentía en mi centro, pero me agradaba gustar y tener muchos señores que me iban a sacar a bailar, ¡qué vergüenza!  No sé por qué les caía yo en gracia, sería por boba; pero, ya en relaciones con Pancho, me hacían mucho caso, yo no me encontraba el chiste, y un día, por no dejar conté veintidós pretendientes, muchos ricos, pero yo no quise más que a Pancho y nunca le hice caso a ningún otro". (Aut. I, p. 69-70).

"Diré aquí cómo comenzaron mis relaciones con el que más tarde me casé.  El día 16 de enero de 1876 me llevaron a un baile de familia (en San Luis se usa mucho bailar) y ahí se me declaró Pancho en toda forma y acto continuo le correspondí.  Yo nunca había oído hablar de amores y voy oyendo que sufría si yo no lo quería, que sería muy desgraciado si yo no le correspondía y cosas por el estilo, que me dejaron fría.  Yo no me creía capaz de inspirar cariño; se me conmovió el corazón y se me hizo tan raro que sufriera aquella persona porque yo no lo quisiera que le dije que sí lo querría, pero que no sufriera por tan poco.  Volví a mi casa intranquila y con peso, ¡qué raro!..., tenía yo zozobra, pendiente, susto; por fin, habiéndole prohibido que me escribiera, lo hizo hasta mayo, y con las relaciones más o menos cortadas en temporadas exteriormente, porque a mi familia le parecía yo muy joven, y con razón, duramos nueve años de novios hasta que nos casamos. Tengo que agradecerle a Pancho que jamás abusó de mi sencillez; fue un novio muy correcto y respetuoso y yo, siempre, desde mi primera carta lo llevé a Dios.  Me cabe la satisfacción de haberlo inclinado a la piedad siempre; le hablaba de sus deberes religiosos, del amor a la Sma. Virgen, etc.  Él me regalaba oraciones y versos piadosos: el Kepis en un estuchito hermoso.  Lo hacía frecuentar los sacramentos en lo posible, y desde aquel instante yo no dejé su alma". (Aut. I, p. 70172).

"A mí nunca me inquietó el noviazgo en el sentido de que me impidiera ser menos de Dios: ¡se me hacia tan fácil juntar las dos cosas!  Al acostarme, ya cuando estaba sola, pensaba en Pancho y después en la Eucaristía, que era mi delicia.  Todos los días iba a comulgar y después a verlo pasar: el recuerdo de Pancho no me impedía mis oraciones.  Me adornaba y componía sólo para gustarle a él; iba a los teatros y a los bailes con el único fin de verlo; todo lo demás no me importaba.  Y en medio de todo esto no me olvidaba de mi Dios, las más de las veces lo recordaba y me atraía de una manera indecible.  Cuántas veces, debajo de la seda de mis vestidos, que me importaban igual que si fuera jerga, llevaba a los bailes y teatros un fuerte cilicio en la cintura, gozándome en su dolor por mi Jesús". (Aut. 1, p. 73-74).

 


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