CONCHITA

Diario Espiritual de una
Madre de Familia

Prólogo

La Iglesia es de una asombrosa riqueza en la innumerable variedad de sus apóstoles, de sus doctores, de sus maestros espirituales, de sus tipos de santidad de hombre o de mujer, no tan sólo en el pasado sino en nuestra época y en todos los tiempos.

Después de los Apóstoles y de los santos de oriente, después de un san Agustín, de una santa Catalina de Siena, de un san Juan de la Cruz y de una Teresa de Avila, nos presenta un Don Bosco o a un Padre de Foucauld y mas cercana a nosotros, al lado de las figuras virginales de una Teresa de Lisieux y de una María Goretti, nos descubre ahora a una delicada joven mexicana, de mirada pura y trasparente, más tarde madre de nueve hijos y abuela de numerosa posteridad; que pasó por la tierra con sencillez y rodeada de su familia y de sus amistades, incorporada a la vida cotidiana de su esfera social, una mujer como las demás, pero que oculta en las profundidades de su alma una extraordinaria llama apostólica, un ardor heroico para imitar a Cristo e identificarse con el Crucificado y salvar a los hombres con El. Ama a la Iglesia con pasión, se ofrece como víctima por ella. Modelo incomparable de la mujer en el hogar y gloria del laicado, cuya misión en la Iglesia y vocación a la más alta santidad ha venido a recordar. Sin haber vivido nunca en un claustro es, sin embargo, la inspiradora de dos Congregaciones religiosas: las Religiosas de la Cruz y los Misioneros del Espíritu Santo, y deja en pos de sí un mensaje de renovación del mundo por la Cruz.

Durante demasiado tiempo la santidad ha sido considerada como el monopolio de la vida religiosa y del sacerdocio. Numerosos Padres conciliares del Vaticano II reaccionaron contra este concepto exclusivo. Toda la Iglesia, todos los miembros del Cuerpo místico de Cristo deberán ser santos. El Pueblo de Dios es "una nación santa, un pueblo de sacerdotes y reyes" (Ex. 19,6). El Sermón de la Montaña es un código de perfección para todos, sin excepción. La Iglesia de hoy tiene necesidad de santos en todas partes, no solamente en el claustro y al pie de los altares, sino en la familia, en los medios de trabajo, en todos los sectores de la actividad humana. La santidad es un don de Dios ofrecido a todos los hombres.

El laicado en particular está llamado hoy a dar ante el mundo entero el testimonio de una espléndida santidad. ¿No nos ofrece Dios un ejemplo en esta madre de nueve hijos, ya en camino hacia los altares?

Conchita pasó por el mundo con sencillez y alegría entre los suyos, entregada totalmente a Dios, en el secreto de su alma habitada por el Espíritu Santo vivió una intensa irradiación apostólica con amplios horizontes de Iglesia, es creadora de un nuevo tipo de santidad accesible a todos.

Lo que más llama la atención en Conchita es su polivalencia. Conchita realizó todas las vocaciones de la mujer: novia, esposa, madre, viuda, abuela, bisabuela y aún por indulto especial de Pío X, sin abandonar nunca su ámbito familiar, murió canónicamente religiosa, entre los brazos de sus hijos.

Se dirige a todas las categorías del Pueblo de Dios: a los Iaicos, a los sacerdotes y a los obispos, a los religiosos y a todos los que llevan una vida consagrada.

No trata solamente de las relaciones del alma con Dios, sino que aborda los grandes temas del cristianismo: Dios, Cristo, la Madre de Dios, el misterio de la Iglesia, el sentido eterno de toda vida humana. Su "Diario espiritual", con sus sesenta y seis volúmenes manuscritos, alcanza la amplitud de la Suma teológica de Santo Tomás de Aquino, elevándose sin esfuerzo y a menudo sin transición desde las más modestas ocupaciones del hogar hasta la Generación del Verbo en los esplendores de la Trinidad. Por la profundidad y sublimidad de sus escritos, Conchita es émula de una Catalina de Siena o de una Teresa de Avila. "En lo extraordinario, extraordinaria", declaraba uno de los miembros de la Comisión encargada de examinarla en 1913, en Roma.

Presentaremos la fisonomía integral de Conchita en un díptico inseparable:  

I    El Film de su vida y,  
II  Los grandes temas espirituales.

México, 3 de marzo de 1972, 35 aniversario de la muerte de Conchita.


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