Por medio de estas líneas quiero presentar a nuestros lectores la obra póstuma del gran teólogo espiritual M.M.
Philipon, O.P., a la que tituló sencillamente: CONCHITA, Diario Espiritual de una Madre de
Familia. Se trata de la visión de un teólogo acerca del alma y la doctrina de la Sierva de Dios Concepción Cabrera de Armida.
La mayor parte del tiempo, durante sus últimos años, la ocupó en estudiar a esta extraordinaria Sierva de
Dios, pues descubrió que era portadora de un mensaje espiritual importantísimo, regalo de
la Providencia para la Iglesia de hoy.
El primer contacto del P. Philipon con la vida y la doctrina de Conchita tuvo lugar en ocasión de su visita a
México en 1954, con el fin de sustentar un ciclo de conferencias sobre espiritualidad, en
nuestro Escolasticado de Misioneros del Espíritu Santo.
Su genio intuitivo descubrió, según sus palabras, ese gran tesoro para la Iglesia y en él nació el deseo de
darla a conocer, especialmente a sus lectores europeos.
Muchas causas retardaron no sólo la aparición del libro, sino aún su redacción. No fue la menor la falta de dominio de una lengua extranjera, sobre todo si se tiene
en cuenta el estilo característico, tan personal, de Conchita, así como la documentación
extraordinariamente extensa y abundante.
Pero Dios en su Providencia fue abriendo caminos y el espíritu de obediencia del P. Philipon fue un factor
decisivo. Grandes personalidades eclesiásticas y los superiores de su Orden de Predicadores le manifestaron que al dar a conocer la
doctrina espiritual de Conchita haría un servicio a la Iglesia, particularmente en el
momento actual en que se percibe cierto olvido y pérdida de sentido de valores cristianos
esenciales.
En varias ocasiones el P. Philipon regresó a México para conocer mejor el ambiente y recoger, según su método,
los testimonios vivos y auténticos; y cuando tuvo ya una visión de conjunto se dedicó a
redactar esta obra. Sin embargo en el momento en que estaba a punto de concluirla Dios quiso llamarle a su seno, pero la obra estaba casi
terminada.
La primera parte: el Film de su vida fue totalmente redactada por él.
En cuanto a la segunda parte: los
grandes temas espirituales, los dos primeros capítulos: La
escritora mística que él hubiera deseado desarrollar con mayor amplitud, pero que
presentamos respetando el texto que dejó, y La
doctrina de la Cruz, considerada por él como capitulo central, son originales de su
pluma.
Sólo queda señalar, o más bien destacar, algunas perspectivas en los tres últimos temas: La
Virgen de la Cruz, El Misterio de la Iglesia y
Los abismos de la Trinidad. Cuando estaba escribiendo sobre María, Dios lo llevó a su lado.
Pero dejó notas, esquemas, selección de textos; yo tomé sobre mí la
responsabilidad de darles forma para facilitar su lectura de manera que pueda ser captada
con claridad la riqueza espiritual de su contenido.
Esto lo hago público por elemental honradez literaria.
Quiero además manifestar con sinceridad la razón por la cual me resolví a dar término a esta tarea.
Desde que conocí al P. Philipon el año de 1954, siendo yo prefecto de estudios en nuestro Escolasticado, surgió
entre nosotros una profunda afinidad de pensamiento y a partir de ese momento me escogió
como su principal colaborador y asesor, debido al conocimiento que yo tenía sobre los
escritos de Conchita.
Después de largas conversaciones me dijo varias veces con aquel buen humor y sinceridad que lo caracterizaban
"Yo conservo mi completa libertad y mi manera de pensar".
Y en sus notas comenta: "He conversado con el P. de la Rosa centenares de veces".
Creo pues conocer su pensamiento con objetividad y ése fue el motivo de echarme a cuestas la tarea de concluir su labor, ajustándome
con máxima fidelidad a sus ideas que espero haber comprendido a fondo.
El P. Philipon pensaba redactar unas páginas introductorias para explicar algunos principios del método
utilizado, e ilustrar el sentido, la intención y los límites de su obra. Como es bien sabido, esas páginas, por regla general, son lo último que redacta
el autor cuando ya puede emitir un juicio global de su propia obra. Por fortuna ya había escrito las ideas principales para darles más tarde una
redacción cuidadosa y más elaborada de acuerdo con su estilo literario tan personal.
Presentamos a continuación estas notas suyas que juzgo indispensables para la mejor
inteligencia de la obra póstuma del P. Philipon.
"Yo no quería escribir sobre Conchita.
Me ví obligado a ello y a pesar mío, por los acontecimientos, es decir: por la Providencia.
Grandes personalidades eclesiásticas que conocieron a Conchita o que conocen su doctrina, me convencieron de que escribiera.
Sin la menor pretensión de querer decirlo todo, sino por el contrario reconociendo el carácter parcial
e imperfecto de este libro, quise sencillamente responder al llamado manifiesto de Dios y
ser la pluma que intentase presentar el mensaje espiritual de una admirable hija de la
Iglesia de Dios.
El documento fundamental: La cuenta de conciencia, no es una biografía, sino un Diario; y no un diario completo que va anotando día a día los
acontecimientos de una existencia humana, sino un Diario espiritual que relata
principalmente las relaciones íntimas de un alma con Dios, consignadas con fidelidad
durante más de cuarenta años, para obedecer a un mandato expreso de sus directores
espirituales.
Hecho único, providencial, que nos permite seguir paso a paso, desde Ia edad de treinta y un años hasta
los setenta y cuatro, la ascensión progresiva hacia Dios de un alma privilegiada, de heroísmo
excepcional, dotada de un mensaje espiritual para la Iglesia entera y para todos los hombres
de hoy. Alma que recibió de Dios la misión de recordar al mundo que no hay
salvación sino por la Cruz.
No hay ninguna preocupación literaria en este relato verídico donde se entremezclan sin orden alguno, tal
como se van presentando, las más sublimes elevaciones místicas al lado de los pendientes
cotidianos de una madre y las recetas de cocina de una perfecta ama de casa. Mientras escribe sobre la Generación del Verbo y la eternidad de Dios, vienen a
llamarIa para el desayuno. Ella se apresura a participar gozosa en la mesa junto con sus hijos; y en seguida vuelve a tomar la pluma y
continúa escribiendo la explicación que le dicta el Señor sobre los abismos de la
Trinidad y otros misterios de Dios.
Su diario no dice todo, pero lo explica todo. Era necesario comenzar por datos psicológicos y concretos de los que han brotado las intuiciones místicas
y la doctrina espiritual. Ambos son inseparables. Este es el por qué de las dos partes complementarias de nuestro
libro:
Era
imposible decirlo todo y hacer figurar en un solo volumen los millares de páginas de esta
escritora mística posiblemente la más fecunda en la literatura contemporánea.
¿Hemos logrado expresar lo esencial de un Diario espiritual
que cuenta con no menos de sesenta y seis gruesos cuadernos manuscritos?
No nos ha guiado otra ambición o, mejor dicho, otro deseo,
que el de revelar al mundo las inagotables riquezas de Ia Cruz y de los misterios de Dios,
contenidos en estos escritos que constituyen, a nuestro parecer, uno de los tesoros actuales
de la Iglesia de Cristo.
Sólo a la Iglesia corresponde el juicio y el fallo, ya que el Señor la ha encargado de conducir a los hombres hacia Dios y que El Ie ha otorgado con
la asistencia de su Espíritu, el don de discernimiento de espíritus.
Sometemos a la IgIesia, sin reservas, este esfuerzo de recordar al mundo el misterio de la Cruz, que se sitúa en lo más íntimo del Evangelio: en
el corazón mismo del misterio.
Ciertamente sobre algunos aspectos de la existencia y la doctrina de una mexicana que pasó su vida lejos de Europa, se experimenta una sensación de
asombro y desconcierto al confrontarla con nuestra mentalidad moderna.
El peligro hubiera estado en tratar de proyectarla conforme a nuestras categorías actuales que, por otra parte,
serán pronto superadas. Nos desasosiega leer la interpretación del pensamiento chino o de la mística hindú hecha por un autor
occidental y desconfiamos de ella. Siempre existe el riesgo de la europeización y, por consiguiente, de la adulteración.
No se puede europeizar un pensamiento chino, sin deformarlo.
Creemos preferible y más legítimo, guiar al lector para que pueda lograr un contacto personal con el texto a través de una traducción lo más fiel posible y que
exprese al mismo tiempo las reacciones psicológicas y la mentalidad tan peculiar de
Conchita, cuyo original español se encuentra lleno de mexicanismos.
El folklore mexicano está hoy de moda en el turismo. La radio, la televisión, magníficas revistas y colecciones de arte evocan las civilizaciones azteca o
maya, o exhiben el México moderno. Esto ha facilitado mucho el acercamiento internacional a este país.
La cultura actual reviste, cada vez más, un sentido universal que nos hace comprender mejor y sentir las afinidades y las diferencias que unen o
separan a los hombres, sus civilizaciones o culturas, y las diversas expresiones de sus
sentimientos religiosos.
El Concilio Vaticano II nos ha hecho comprender que la catolicidad de la Iglesia no radica en la uniformidad,
sino que es la unidad dentro de la diversidad. Jamás los hombres habían aquilatado con tanta comprensión y objetividad su profunda unidad y sus
legítimas diferencias. Cristo era un oriental y sin embargo, todos los hombres se reconocen en este hombre.
Sucede lo mismo con los santos de la catolicidad. Cualquiera que sea su origen, su raza, y el color de piel, cualquiera que sea su clase social o su cultura,
o aún su ignorancia, nos sentimos uno con ellos en Cristo.
Conchita, una mexicana, es una santa nuestra. Es nuestra hermana en Cristo. Por su ardor apostólico y
su inmolación heroica se ha convertido en madre espiritual de una multitud de almas que, en
pos de ella, quieren seguir las huellas de Cristo y con El ser crucificadas, y con El salvar
a los hombres.
Conchita está cerca de nosotros. Esta hija de México se encuentra ligada, por la comunión de los santos, a todos sus hermanos y hermanas en Cristo.
Es un modelo para todos; no en carismas personales e inimitables, sino en su amor
Cristo, en su vida ofrecida en favor de la Iglesia.
Con este espíritu de catolicidad es como hay que acercarse a sus ejemplos y sus escritos. Y queda uno maravillado ante las riquezas multiformes de la gracia inconmensurable de
Cristo.
Desconfiemos de nuestras mentalidades cartesianas, hegelianas, existencialistas y occidentales.
El núcleo central de la Iglesia permanece en Roma, pero su irradiación se extiende
no solamente a Europa, sino a todos los países del mundo.
Conchita es un testigo de esta catolicidad. Su mensaje se dirige a los sacerdotes y a las almas consagradas, pero también a los Iaicos.
Es un modelo para todos.
Así se nos manifiestan los designios de la Providencia".
Hasta aquí las notas y observaciones del P. Philipon.
Pido al Espíritu Santo que este libro póstumo del Padre M.M.
Philipon sea, para muchos, fecundo en bien espiritual.
Que el Espíritu Santo que realizó en María, Madre de la Iglesia, el misterio de la Encarnación Redentora, siga realizando en la Iglesia Madre el
prodigio de formar a Cristo en los corazones para que perpetúe en nosotros su inmolación
amorosa y obediente para la gloria del Padre en la salvación del mundo.
Roberto de la Rosa, Misionero del Espíritu Santo.
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