CONCHITA

Diario Espiritual de una
Madre de Familia

De la unión a la unidad

No debemos pensar en la transformación en Cristo como en una realidad estática. La vida divina participada al hombre en su fase terrestre es una vida que debe siempre progresar.

Ya desde el inicio de toda vida cristiana en el nuevo nacimiento por el agua y el Espíritu hay una transformación en Cristo pero es solamente una transformación inicial, es un germen que debe desarrollarse.

En las cumbres de la vida espiritual el proceso vital sigue su marcha. La vida de unión pide la unidad, unidad no ciertamente en el orden del ser, sino en el orden intencional del conocimiento y del amor.

"Mira. Hay muchos grados progresivos de transformación pero el último en la tierra es aquel en el que la criatura no sólo se transforma pensando y obrando a lo divino, sino en cierto sentido desaparece y se aniquila para dar lugar a Mí.

"Este grado lo opera el Espíritu Santo, quien se constituye alma de esa alma y vida de ese cuerpo.

"Este es el punto que lleva no sólo a la unión, sino más aún a la unidad que es el punto de perfección que más acerca a la Trinidad.

"La criatura por si sola sería incapaz de alcanzar este grado sin el concurso poderoso del que es la Fuente inagotable de las gracias, el Espíritu Santo, y la encarnación mística es la atracción que haciendo bajar al Espíritu Santo con ese imán poderoso y divino del Verbo poseyendo al alma, lo hace operar esta transformación en la parte más íntima y la más noble del ser de la criatura" (Diario T. 37, p. 67-71, agosto 6, 1912).

Luces sobre la Unidad de la Trinidad

"Abril 9. Hoy en mi oración me dio el Señor luces claras de la unidad de la Trinidad Santísima. ¡Qué abismo de perfecciones, qué encantos hay en Dios, infinitos! ¿Qué será el cielo, Dios mío?

"Abril 11. Hoy me envolvió el Señor el alma en esas profundidades de luz increada: me asomó a aquellos abismos iluminados de las perfecciones de la Santísima Trinidad y me dijo:

- "Mira y atiende. Todas las perfecciones de Dios son infinitas pero como que se absorben en una, en la unidad. Esa unidad encierra todas las riquezas eternas. Y la perfección más alta de las almas consiste en simplificarse, en destruir la multiplicidad de objetos y de cosas en su corazón, acercándose así a esa Unidad por esencia, fecunda en su eternidad y que se multiplica en su inmutabilidad en un punto eterno...

"Son tres las Personas divinas, pero es una su esencia, una substancia, una y eterna su unidad en todo. Y precisamente en esa unidad está el secreto de su fecundidad: y las almas que más se unifican en ella, por la unión esas almas son las más fecundas, porque a medida de su acercamiento con la Santísima Trinidad, es la fecundidad de luz, de gracia y de dones que de Ella reciben.

"En esa hermosa y divina unidad se gozan las divinas Personas y los bienaventurados; es una unidad en donde están encerrados todos los bienes del cielo y de la tierra, todas las gracias y las creaciones hechas y por hacer; es el foco eterno de todo movimiento y ser. En esa unidad está la vida, y ella es el amor, es Dios.

"Simplifica tu espíritu y quita y cercena de él todo compuesto de criaturas y cosas. Ámame en la unidad, y vive y respira y muévete y haz que todas las virtudes y cosas y todos los despojos de ti misma tiendan a esa unidad. Debes vivir absorta en ese uno en esencia, en ese Dios único, resumiendo, concretando tu vida espiritual en un solo amor con Él, en una sola voluntad con la de Él, que en ese punto capital de la unidad de voluntades esta la perfección de esta unidad.

"Esto me dijo el Señor en la Misa, y en mi oración siguió diciéndome lo que sigue:

"El fin de toda criatura es esa unidad en Dios y ahí se encuentra la paz y la felicidad perdurable. Las almas que se identifiquen más por esa unidad, es decir, que se hacen una cosa con el Verbo hecho carne, tipo de perfección de la Criatura, y que se divinizan por Él en el Espíritu Santo y en el Padre, esas son las más santas, porque la santidad está en relación con el amor, y mientras más amor, más similitud con Dios, más unidad con El, más perfección y santidad.

"Mira. Uno de los secretos del Espíritu Santo para activar la vida divina en las almas, y por tanto la unión es simplificarlas en la unidad, es decir endiosarlas por el amor que es la esencia de la unidad en el cielo y en la tierra. El matrimonio espiritual tiende a esa unidad por el Espíritu Santo. La encarnación mística tiende a esa misma unidad por el Verbo, y se consuma en el cielo por el Padre, causa motriz del matrimonio espiritual y encarnación mística en el orden de su eterna fecundidad de Padre. Toda la economía y planes redentores en las almas, y todos los medios de la vida mística, del papel que ejerce el Verbo hecho carne enamorando a las almas, y del Espíritu Santo perfeccionándolas para honrar con ellas al Padre, tiende a esa unidad de que te estoy hablando, unidad por amor, siempre por amor, que simplifica, que eleva de lo terreno a lo divino y que une e identifica al alma con la Divinidad.

"Toda la vida cristiana, toda la vida mística tiende a llegar al punto culminante, al fin decretado para toda alma que quiere salvarse y santificarse: a la Unidad" (Diario T. 38, p. 78-84, abril 9-11, 1913).

Con la mística de la Cruz llegamos hasta las más altas cumbres de la transformación: es el Espíritu Santo quien une con el Verbo y por Él al Padre.

El camino más corto para llegar a esa Unidad

"¿Y cuál es el camino más corto para llegar a esta unidad? El Espíritu Santo que une con el Verbo, que da testimonio de Él y que lleva hacia el Padre (misión que le complace en sumo grado). Él, como Santificador, santifica, y al santificar, simplifica a las almas y las lleva al Padre, enamorándolas de la Trinidad.

"Dios es uno (me decía como complaciéndose) y en esa unidad se reproducen sus perfecciones infinitamente. Dios es uno pero no queda en singular, sino tres Personas en Uno y ese Uno nunca está ocioso ni puede estarlo, por la abundancia de la fecundidad de su Ser.

"Es Uno, pero en esa unidad precisamente tiene su fuerza de acción, de creación, de fecundación, produciéndose en cada acto, diré para que me entiendas a tu modo de decir. Pero mira este abismo de luz, asómate a él, y sabe que Dios no tiene estos sucesivos, sino que obra eternamente en un solo acto de su voluntad, abarcando tiempos y eternidades y creaciones y cosas en un solo instante, en el instante eterno de su amistad, en donde se refleja y está presente el pasado y el futuro. Y todo esto en un punto, pero punto infinito y por eso caben en él eternidades sin fin.

Tu mides el tiempo en la secuencia de tus actos, pero en Dios no hay tiempo y todos sus actos y creaciones de naturaleza y gracia, las tiene como en un espejo en su purísima mente, reproduciendo y sacando de su seno e inmensidad, mundos y premios y coronas y seres que lo alaben sin moverse siquiera, en un solo acto de su infinito Poder.

"Dios se multiplica siendo uno e inamovible, inmutable, eterno, gozándose en el punto infinito de su unidad, de su Ser, y de sus perfecciones sin nombre.

"Las almas que están más cerca de Él en el cielo son las que en la tierra más se unificaron, dejando las cosas que les impedían, rompiendo los hilos de malas pasiones y cosas por medio de las virtudes; las que desnudándose de sí mismas y con desasimientos y despojos constantes se unieron a su voluntad sin condiciones.

"Y yo veía unos abismos de luz en esa Trinidad amadísima. ¡Qué honduras o más bien qué alturas de perfecciones y de primores!

- "Señor, le dije: Dime, ¿cómo puedo yo simplificarme?

- "Muriendo a tu voluntad y unificándola con la Mía" (Diario T. 38, p. 85-88, abril 11, 1913).

Y el Señor continúa mostrando el camino práctico para llegar a la unidad.

"Quiero insistir en que simplifiques tus actos en un solo fin sobrenaturalizándolos en Dios: simplifica tus amores en un solo amor, en el de Dios, derivándose de ahí el amor al prójimo dentro de la Unidad de ese Dios. Enséñate a tener una sola mirada, una sola tendencia y afecto y voluntad en Dios: concreta tu vida en amar simplísimamente a ese Dios, sin rodeos, sin compuestos, sin buscar otros caminos o rumbos que te lleven a Él, sino esa unidad por esencia en la cual debes sumergirte.

"Las mismas virtudes que practiques, ponlas o dirígelas a ese Centro de amor, a ese Único Ser, de donde se produce toda gracia y santidad, a esa unidad que es Dios. El Espíritu Santo conjunto con el Padre y el Hijo te llevará sus alas al corazón de esa Unidad, a que entiendas, te muevas, alientes y vivas dentro de ella. Ese divino Espíritu hará que espiritualizándote, es decir, unificándote, te internes en lo que es espíritu, es decir, en la divinidad por esencia, pasando antes por Jesucristo en tu transformación en Él por las virtudes y por el amor.

"Esto es alto pero no imposible para la criatura: y no es una perfección ideal la que te pido, sino muy práctica por el ejercicio de las virtudes, que implican el renunciarse, el concretarse, el simplificarse para unirse mis íntimamente con la Simplicidad misma que es Dios, uno en la espiritualidad de su substancia, con ese Único en tres y tres en Uno, indivisibles y perfectísimos.

"Todo lo que vayas haciendo y practicando arrójalo con toda la frecuencia que te sea posible dentro de aquella unidad que debe arrebatarte con la perfección infinita de sus bellezas siempre nuevas y de su amor infinito. Tus penas, tus sufrimientos, tus alegrías, tus vencimientos, deseos y esperanzas, tus necesidades y tus afectos, todo, todo échalo dentro de esa Unidad, que con su roce irás simplificándote en tu vida, la esencia de tu vida, hasta parecértele en ser una con aquella unidad en la multiplicidad de las virtudes" (Diario T. 38, p. 111-113, abril 15, 1913).

El secreto para llegar a la unidad es dejarse conducir por el Espíritu Santo ya que Él consuma la Unidad en Dios Mismo.

"Amar es la perfección y amar con el amor del Padre al Verbo, es decir, por el Espíritu Santo, es la más alta perfección.

"Al obrarse la transformación del alma en Jesús viene también a ser el Espíritu Santo, el espíritu de la criatura en más o menos grados según la intensidad y escala de la transformación, la cual depende en mucho de la correspondencia del alma en las virtudes.

"Absorbiendo pues el Espíritu Santo al espíritu de la criatura en la transformación la llena de ese Amor purísimo que es Él y entonces con ese Amor mismo ama la criatura al Divino Verbo, es decir con el amor mismo con que ama al Padre, con la perfección del amor.

"Amar con el Espíritu Santo es la gracia de las gracias, la fusión de los carismas de Dios, es el mismo cielo puesto a la disposición de la pobre criatura, la cual ya no obra, sino que obra y late y quiere y vive en ella y ama con ella el Espíritu Santo, poseyéndola por entero", (Diario T. 38, p. 92-96, abril 17, 1913).

Al vislumbrar las alturas de esta vida espiritual pudiera uno preguntarse si este ideal está reservado a unos cuantos privilegiados o si pertenece al desarrollo normal de la vida de la gracia.

El Señor nos da la respuesta: "Yo no escogí a los santos para decirles 'sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto', sino que me dirigí a todos los hombres, a los buenos y a los malos y todos sin excepción están obligados a santificarse" (Diario T. 38, p. 117, abril 15, 1913).

Dios no tiene más que un solo deseo: hacer entrar a las almas en su Unidad

"Infundirse en las almas es el deseo de Dios, la necesidad de Dios por su Ser de caridad que tiende a comunicar lo que es, amor infinito. Quiere poseer las almas no sólo con su presencia ordinaria, que no puede dejar de envolverlas, sino con la voluntad de la criatura, para hacerla dichosa, que es la única ambición de Dios, el transformarla en la unidad" (Diario T. 38, p. 163, abril 23, 1913).

Cuando el cristiano ha llegado a la Unidad - en cuanto esto es posible aquí en la tierra - participa de los bienes de Dios, llega a la intimidad de la Trinidad.

El Espíritu que todo lo sondea ilumina la mirada contemplativa de Conchita que se pierde en las profundidades de Dios.

"El Padre no procede de nadie, El no fue concebido ni engendrado sino que es por Sí mismo, y siempre lo fue. No tuvo principio.

"Eternamente y antes de todos los tiempos ya era Dios, eterno y sin principio. Él no se produjo a Sí mismo, porque ya era Dios y siempre ha sido y siempre será Dios. Y con no tener Él principio, Él es el principio de todas las cosas creadas y por crear, por su Ser fecundo, que produce todas las cosas: el cielo, la tierra, las criaturas, las almas, lo natural y lo sobrenatural, porque su potencia creadora es eterna e inagotable.

"Produce en Sí mismo toda la felicidad en la que vive impregnado, la felicidad de todo un Dios que produce la dicha, y Él es a la vez la dicha misma: Él no sale de Sí mismo para ser feliz, porque es la misma felicidad, hermosura y santidad por esencia. Su gozo está en Sí mismo y todo lo demás son emanaciones de su mismo Ser. Él es el amor, y se ama extasiándose eternamente en ese amor sin principio.

Y Conchita, siguiendo su carisma, se explaya transmitiendo con fervor y delicadeza lo que Jesús le descubre en el seno de la Trinidad, especialmente la generación eterna del Verbo. Describe admirablemente la generosidad del Padre, su felicidad, su infinita complacencia en el Hijo, y añade: "Me gozo, me dijo Jesús, no en recordar estas cosas, porque para Mí son presentes; Yo no tengo recuerdos sino realidades presentes, pero me gozo, digo en comunicarte un rayito del Sol mismo que soy Yo, para que aprecies la santa fecundación del Padre sin salir de Sí mismo". (Diario, 24 de enero de 1931).

Más tarde esta contemplación continúa, después de muchos meses - maravillosa continuidad - pero ya enfocada a la procesión del Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, no como un fruto que se desprende o un destello que se aleja de su fuente de luz, sino como exigencia del mismo Ser del Padre y del Hijo, quienes son amor, puesto que son el mismo Dios, y no podrán existir sin el Espíritu Santo que es el Amor infinito en Persona. "La procesión del Espíritu Santo la obró el Amor entre el Padre y el Hijo, y el mismo Espíritu Santo es quien enlaza y unifica y es Vida entre el Padre y el Hijo.

"Dios tiene un gozo especial en sus misterios sólo comprensibles para Él, en la unidad de la Trinidad; y sólo le da al hombre un rayito de su luz, una chispita de su inteligencia. Pero le dio a su Verbo, y con su Verbo hecho carne le dio todo porque se dio Él mismo como don. Y la Iglesia es el asiento de la Trinidad en la tierra, la única puerta para entrar en la posesión eterna de Dios" (Diario, 9 de septiembre 1931 ).

Estas experiencias, sublimes y divinas son vividas por Conchita de la manera más sencilla, en la realidad cotidiana, en el fiel cumplimiento de todas sus obligaciones familiares. Entre los que la rodeaban, nadie pudo sospechar lo que Dios realizaba en ella. En Conchita todo es interior.

Su director espiritual, el arzobispo Luis María Martínez le decía: "Maestra, modelo e intercesora de esta vida es María, mírela, cópiela y entréguese en sus brazos maternales" (Diario, 48, 386; septiembre 17 de 1927), y Conchita escribe:

Debo vivir dentro de María

"Debo vivir dentro de María, imitando sus virtudes y su amor a la Santísima Trinidad.

"La encarnación mística pone al alma en contacto íntimo con las tres Personas Divinas. En ellas y en María debo fundir mi vida, no tan sólo mi vida espiritual, sino la material también, fundiéndola además en el ofrecimiento del Verbo al Padre.

"Debo, dentro del mismo ofrecimiento comer, dormir, alegrarme, sufrir, etc., toda mi vida simplificada en ese ofrecimiento constante que glorifica a toda la Santísima Trinidad. Toda mi vida, en unión con María, sin salir de María, imitándola en su amor a Jesús, en su total sumisión al Padre, y moviéndose sólo por el Espíritu Santo". (Diario T. 46, p. 93-94, octubre 27, 1925).

La vida espiritual de Conchita estuvo siempre guiada por la perfecta obediencia a sus directores y a medida que avanza en la perfección que Dios quiere de ella su docilidad es más perfecta.

"Quiero realizar, escribe, los consejos de mi Director, sobrenaturalizándolo todo, personas y cosas, idealizando mi vida práctica con el tinte espléndido de la luz del cielo viendo en todas las criaturas y acontecimientos el amor de Dios, la estela de Dios, a Dios mismo.

"Entraré pues de lleno a la Divinidad como Jesús lo quiere. No cerraré los ojos ante los arcanos insondables de la Santísima Trinidad que Él me enseña. Penetraré hasta donde Él quiera en los misterios divinos, en la felicidad de Dios, en la generación eterna, en el Amor del Espíritu Santo, en aquel flujo y reflujo de misericordia y bondades, en las íntimas comunicaciones de las Personas Divinas, en sus atributos, en la Unidad perfectísima, en el interno santuario de la Trinidad, cuando Él quiera y hasta donde quiera Él.

"¡Oh, qué unión tan Única! ¡Qué estrechamiento tan singular, qué unidad en las Tres Personas, qué un solo Dios infinito en esa Unidad de la Trinidad" (Diario T. 59, p. 284, marzo 11, 1933).

La Unidad de la Trinidad

"La unidad es el centro de la Divinidad, es el misterio más consentido de Dios, es Dios mismo, porque Dios es unidad por esencia.

"En ese misterio que unifica las Divinas Personas, en esa similitud de substancia y esencia, se goza la Trinidad. Todas tres tienen no tan sólo un solo querer, un solo poder, sino que se funden, diré, en una sola Divinidad, en la substancia misma de esa Divinidad sin partes, en un fondo infinito, en una inmensidad sin limites de perfecciones, sin salir de su unidad.

"Y esa unidad la forma el amor, porque el amor unifica los seres y las voluntades; de ese centro infinito, forma el amor su unidad; y en las Tres Divinas Personas el amor las une, el amor las hace fecundas en la plenitud de su Ser, el amor las simplifica, y Dios es amor, es simplicidad, es unidad.

"Ninguna Persona Divina ama más que otra, ni tiene más que otra, ni quiere, ni desea más que otra. Hay entre Ellas una consonancia deleitable que las embelesa, las embriaga y que forma todas sus delicias, por la unidad que las envuelve, que las penetra, que es su mismo Ser.

"En las Divinas Personas nada disuena, todas vibran con un sólo sonido íntimo, suavísimo, fecundo y de cuya armonía se forma el cielo.

"Y esa eterna armonía no sólo vibra entre las tres Divinas Personas sino que tiene resonancia en toda la Creación, unificando todo cuanto existe.

"Lo que sale de la Trinidad reviste el sello mismo de la Trinidad, e imprime el carácter propio de la unidad; pero, aunque digo que sale de Dios, no sale, porque todo lo que fecunda Dios se queda dentro del mismo Dios, y no puede ser de otro modo, por la unidad de Dios.

"Es un misterio que se produce, primero en la eterna generación de las Divinas Personas, y después en todas las cosas que llevan la fecundación de la Trinidad en su unidad.

"Es un misterio de unidad, multiplicándose infinita y eternamente dentro de la Trinidad. Es misterio de unidad, el más fecundo por el amor, porque toda fecundidad procede del amor infinito.

 "El amor engendró al Verbo en el mismo Seno del Padre. Del infinito amor entre el Padre y el Hijo, con una sola Divinidad, procedió el Espíritu Santo; y la intensidad infinita de ese amor lo Personificó, no haciéndolo otro Dios sino otra Persona Divina en Dios; es decir, asimilándolo a las otras Divinas Personas y siendo una sola Divinidad, una sola y eterna e indivisible unidad.

"¿Y por qué? Porque en Dios no hay tres substancias, tres esencias, tres vidas, tres amores, sino una sola esencia, substancia, amor y vida en una sola unidad, en una única Divinidad" (Diario T. 60, p. 375-382, abril 3, 1933).


 

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