CONCHITA

Diario Espiritual de una
Madre de Familia

"Tengo una gran devoción a la
Santísima Trinidad

Uno de los aspectos más admirables y profundos de la espiritualidad de Conchita es el matiz trinitario de toda su vida y de toda su doctrina.

La eclosión de su bautismo y el desarrollo progresivo de su gracia personal, bajo la acción del Espíritu Santo, se encaminan a la identificación, a la transformación en Cristo Sacerdote y Víctima para continuar su oblación de amor para gloria del Padre en favor de los hombres. Toda la vida espiritual de Conchita se despliega bajo el signo de la Trinidad.

Desde las primeras páginas de su Diario aparece un atractivo de gracia que la impulsa a las profundidades de la vida íntima de Dios. A medida que progresa en su vida espiritual recibe luces especiales y ya en plena vida de unión, la acción de los dones de inteligencia y de sabiduría la sumerge en los abismos de la Trinidad.

Las páginas que Conchita escribió sobre la Trinidad son las más sublimes de su Diario y llenarían un volumen entero. Nos hemos visto obligados, con pesar a escoger algunos textos del tesoro de su doctrina.

Tengo una gran devoción a la Santísima Trinidad

Debemos señalar una constante línea ascendente en su relación vital con las Divinas Personas.

Desde el principio de su vida espiritual el Señor la impulsa de una manera muy consciente y práctica a orientar su vida a la gloria de la Trinidad: "Vive de hora en hora, sin pensar en la siguiente como si fuera la última para ti; llénala, abandonada a mi voluntad y sólo con el fin de agradarme a Mí. Di aquello: "Hágase tu voluntad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Gloria a Ti, Santísima Trinidad" (Diario T. 1, p. 40, 1893).

La visión de la Cruz del Apostolado --símbolo de la espiritualidad y de la doctrina de la Cruz-- está toda ella envuelta en un profundo sentido trinitario, que Conchita entrevé y dirigiéndose a Jesús, escribe: "el Padre con su aprobación, Tú, escondido dentro de la Cruz y el Espíritu Santo como Protector, toda la Trinidad Santísima va a dirigir esta obra" (Diario T. 2, p. 4, marzo, 1894).

El efecto de esta acción santificadora de Dios se manifiesta en Conchita, que poco después escribe:

"Estoy muy empapada, diré, de Dios... Le tengo gran devoción a la Santísima Trinidad y estos tres días se los dedico con toda el alma. Ayer al Padre... hoy a este Jesús y mañana a mi Palomita queridísima. La he sentido varias veces sobre mí, entre rayos de luz, haciéndome experimentar una sensación inefable que adormece, encanta y llena de una especie de unción arrobadora" (Diario T. 3, p. 170, mayo 19, 1894).

Toda la Trinidad es amor

Desde el centro de perspectiva de su gracia personal: el misterio de la Cruz, Conchita contempla a la luz del Espíritu Santo el misterio de Dios-vuelto-hacia-nosotros. Es un texto capital porque nos da desde el principio la clave de interpretación de toda la doctrina de la Cruz.

"La substancia del Padre es amor. La substancia del Hijo, es amor, y tan grande para con el Padre y el hombre que se dio a sí mismo al dolor para salvarlo y dar honra al Padre; y la substancia mía, que soy la tercera Persona, es el amor, concurriendo con el Padre y el Hijo a la gloria de la Trinidad, tomando parte en el Misterio de la Encarnación, prosiguiendo durante la vida de Jesús, atestiguando su Divinidad y sellando la Obra de la Redención, amparando a la Iglesia mi Esposa inmaculada.

"La substancia del Padre es el amor y el Poder. La substancia mía es el amor y la Vida; la substancia del Hijo es el amor y el dolor. La substancia de las tres Personas de la Trinidad es la Caridad, es decir, el amor más puro de comunicación, que por esto se llama caridad, porque se comunica y es el más perfecto amor de caridad.

"El dolor, o sea la Cruz divinizada por el Hijo, es el solo y único escalón para subir al amor de caridad. ¿Entiendes ahora el valor de la Cruz? Por esto verás que los más crucificados son los que más aman, porque el dolor, insignia de Jesús, arrastra en pos de sí a las tres Divinas Personas y en aquella alma habitamos y Yo formo mi Nido" (Diario T. 6, p. 122, julio 9, 1895).

Trinidad y Encarnación

El misterio de la Encarnación conduce a Conchita hacia las profundidades de Dios.

"Me llevó después el Señor el pensamiento al punto de la Encarnación del Verbo y me hizo entender unas cosas muy profundas relacionadas con la Santísima Trinidad cuya segunda Persona es.

"El Padre era, me dijo, desde toda la eternidad. Él produjo de Sí mismo, de su misma substancia y de su misma esencia al Verbo. También desde toda la eternidad, porque en el principio ya era el Verbo Dios, y el Padre Dios, siendo Dos Personas en una misma substancia divina. Pero nunca, ni un instante estas Personas Padre e Hijo, estuvieron solas o fueron solamente dos, sino que en la misma eternidad, aunque producido por el Padre y el Hijo era también el Espíritu Santo, reflejo y substancia y esencia del Padre y el Hijo, y también Persona. Es el Espíritu Santo reflejo divino de la misma Divinidad, es el reflejo del amor, en el Amor mismo, el reflejo de la luz en la misma Luz, el reflejo de la Vida en la misma Vida y así en todas las infinitas perfecciones en la eterna perfección.

"Esta comunicación de la misma substancia, de la misma esencia, de la misma vida y perfecciones que forman y es una sola esencia, substancia, vida y perfección, constituyen la felicidad eterna del mismo Dios y las complacencias sin término de la augusta Trinidad.

Al comprender esto exclama llena de admiración:

"Oh qué grande, qué grande es Dios y qué arcanos ininteligibles para el hombre y aún para el ángel encierra en Sí mismo.

"Me contemplo ante esa grandeza en la última expresión del átomo, pero al sentir mi alma infinita, recibiendo un pequeño reflejo de aquella misma grandeza, se ensancha gozosa al ver la felicidad, la eternidad, la incomprensibilidad de la inmensidad de su Dios.

"Y, ¿ahí está el Verbo?, me digo emocionada y ¿desde aquel trono descenderá al vil átomo de la tierra? ¡Oh mi eterno Dios! ¿Cómo aceptar semejante dignación?

"Prosiguió Jesús: el Verbo, que es la segunda Persona de la Santísima Trinidad descendió al seno purísimo de María y por obra del Espíritu Santo, que es el que fecundiza, tomó carne y se hizo hombre... profundísima humillación que sólo el amor divino podía realizar...!

"Entendía yo unas cosas tan hondas en este sublime y maravilloso misterio que sólo son para mi alma y no puedo explicar porque no encuentro palabras" (Diario, febrero 25, 1897).

Es importante subrayar que las luces que recibe no producen en Conchita un conocimiento puramente abstracto. No se trata de una especulación sobre Dios sino de una experiencia de amor que percibe, en la hondura de la vida íntima de Dios, la razón de ser de su amor para los hombres llevado hasta la "locura de la Cruz".


 

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