CONCHITA

Diario Espiritual de una
Madre de Familia

La Iglesia del Verbo Encarnado

"La Iglesia brotó de mi Corazón en la Cruz; ahí nació la Iglesia pura y bella, de mi costado, como Eva del costado de Adán para que fuera Madre de todos los cristianos, de las almas todas, para salvarlas por mis infinitos méritos que en su seno inmaculado deposité" (Diario T. 51, p. 161-162, marzo 14, 1928).

Este tema clásico y fundamental de la eclesiología es contemplado por Conchita desde la "óptica característica" de su propia gracia. La expresión "cruz" tiene para ella una resonancia eminentemente "personalista", Cruz significa para ella ante todo: Cristo Crucificado, Cristo Sacerdote y Víctima que por amor se ofrece al Padre por nuestra salvación. Cruz designa también al cristiano que quiere configurarse a Cristo en la identificación de sus sentimientos más íntimos y con frecuencia afirmará que el cristiano auténtico debe ser una "cruz viva".

Mas aún, la cruz, origen de la Iglesia, no es tan sólo la cruz externa, visible, que se levantó en el Calvario, sino la cruz interior, íntima del Corazón de Cristo que comenzó en su Encarnación y que se consumó cuando entregó su Espíritu en manos de su Padre.

"En la cruz exterior que todos ven fui víctima agradable a mi Padre en el derramamiento de mi sangre, pero por la cruz interna principalmente se obró la Redención" (Diario T. 7, p. 333, septiembre 7, 1896).

Hemos visto que la "cruz íntima" es tema central de la doctrina de la Cruz que nos lleva al corazón y a lo esencial del misterio de la salvación.

La cruz interna es el dolor purísimo nacido y alimentado de sólo amor: "Amaba a mi Padre y quería glorificarlo pagando la deuda de la humanidad culpable, amaba a los hombres con amor infinito y humano y quería hacerlos felices y salvarlos" (Diario T. 50, p. 276, enero 23, 1928).

Estos dos amores en uno solo, en el Espíritu Santo, forman el corazón de la Redención.

La Cruz se perpetúa en Ia Eucaristía

--"Si la Redención basta a tu justicia para borrar el pecado; si con ella quedaba salvada la distancia entre el hombre y la Divinidad, ¿por qué perpetuarse ese mismo sacrificio de la Cruz en tus altares?

--"Sólo por el Amor, hija: sólo por un fin de caridad. Me quedé en los altares por una sed sublime que consume al Verbo hecho carne, gozándose en la inmolación por el hombre...

"Me quedé para completar a las almas, con mi vida de Víctima en los altares, lo que a ellas les falte de sacrificio...

"Me quedé para seguir expiando las ingratitudes del hombre con sacrificio perpetuo...

"Me quedé por ser la única Víctima pura...

"Sin Mí toda inmolación sería nula y de esta manera perpetuándose mi sacrificio, se perpetúa también el perdón, tomando valor, en mi unión, los sacrificios del hombre.

"Me quedé para atraer a las almas con mi ejemplo a enamorarse del dolor en todas sus formas...

"Me quedé por el placer que causa al Verbo hecho carne, la cercanía con la criatura" (Diario T. 23, p. 222-223, julio 25, 1906).

"En la Misa se perpetúa la misma inmolación de la misma Víctima, Yo, en el Calvarlo; no es como la prolongación o repetición de mi sacrificio sino el mismo sacrificio, aunque incruento, en las Misas, pero es la misma crucifixión viviente con la misma y única voluntad amorosa del Padre en crucificarme, en dar a su propio y único Hijo para salvación del mundo". (Diario T. 61, p. 113, agosto 2, 1933).

Toda Ia lglesia es sacerdotal

Cristo, Único Sacerdote ha suscitado una Iglesia, pueblo todo él sacerdote, sacramento de salvación para el mundo.

'Vosotros sois una nación elegida, una residencia real, una comunidad sacerdotal, una nación santa, un pueblo que Dios ha adquirido" (1 P. 2,9).

Esta visión de la Iglesia toda sacerdotal es un dato esencial de la doctrina espiritual de Conchita cincuenta años antes del Vaticano II.

"Hay almas consagradas con la unción sacerdotal y también en el mundo hay almas sacerdotales que, aunque sin la dignidad o consagración del sacerdote, tienen una misión sacerdotal: se ofrecen en mi unión al Padre para la inmolación que a Él le plazca. Estas almas ayudan poderosamente a la Iglesia en el campo espiritual.

"Los sacerdotes imprescindiblemente tienen que ser víctimas, tienen que convertirse en don, renunciándose y ofreciéndose puros a mi Padre en mi unión y entregándose también en donación a las almas, como Yo" (Diario T. 50, p. 189, enero 8, 1928).

Sacerdocio espiritual

Pero si el sacerdocio de Cristo es único, la participación es diversificada. El sacerdocio espiritual es carácter y carisma de toda la comunidad eclesial.

El sacerdocio ministerial perpetúa la oblación de Cristo al realizar la Eucaristía "in persona Christi" y de esta manera hace posible que toda la Iglesia ejercite el sacerdocio espiritual al ofrecer a Cristo realmente presente en medio de su Pueblo y al ofrecerse juntamente con Él.

"Cuando dije: "Haced esto en memoria Mía" claro está que no me dirigí tan solo a los sacerdotes. Cierto que ellos solos, por las palabras de la Consagración, tienen poder para cambiar la substancia de pan en mi Cuerpo santísimo y la substancia de vino en mi Sangre. Pero el unir todas las inmolaciones en una, es para todos los cristianos; el asimilarse por la fe y por las obras a la Víctima del altar, el ofrecerse al Eterno Padre como pararrayo de la divina justicia, como hostia de propiciación, esto les toca a todos los cristianos, miembros de un mismo cuerpo" (Diario T. 40. p. 301-302. junio 7, 1916).

Esta doble participación del Sacerdocio de Cristo forma la estructura de la Iglesia de la Cruz, de la Iglesia de Cristo Sacerdote y Víctima.

"Yo no puedo separarme de esta fibra santa y celestial pues que constituyó mi venida al mundo: mi sacerdocio universal que no es otra cosa que una caridad infinita, para salvarlo. No encontró el Padre, diré, una forma más adecuada para la salvación del mundo que el sacerdocio que forma el cuerpo de la Iglesia cuyo centro o corazón es la Trinidad misma: y por esto el Verbo se hizo carne, para ser sacerdote muy principalmente y esparcir su sacerdocio en las almas.

"Pues de esa derivación viene el Sacerdocio espiritual y místico: los religiosos y los Iaicos en el mundo forman parte del sacerdocio místico, por sus manos o menos grados de unión Conmigo" (Diario T. 53, p. 86, noviembre 29, 1928).

El Sacerdocio Ministerial, eje de la Iglesia

"El Sacerdocio Ministerial configura a "Cristo como Cabeza de la Iglesia".

"Mi eterna mirada sobre mis sacerdotes, mirada purísima de un amor de elección, los concibió eternamente y abarcó no sólo a su alma predilecta, sino a miles de almas también, pues cada sacerdote es cabeza de otras muchas almas.

"Yo al mirar eternamente a un Sacerdote, vi en él a un escuadrón de almas por él engendradas con la fecundación del Padre, por él redimidas en unión de mis méritos, por él formadas, santificadas y salvadas, que me darán eternamente gloria" (Diario T. 49, p. 338-339, noviembre 14, 1927).

"No creas que la vida de un Sacerdote es una o sola, no; en la vida de un Sacerdote Yo veo muchas vidas en el sentido espiritual y santo, muchos corazones que me darán eternamente gloria "(Diario T. 49, p. 339, noviembre 14, 1927).

El Sacerdote es otro Jesús

En la presente crisis de pérdida de la identidad sacerdotal el mensaje de Conchita es de una actualidad palpitante. "Al tomar la naturaleza humana, tomé el amor al hombre, por llevar la sangre del hombre, la fraternidad con el hombre y conjuntas las dos naturalezas, la divina y la humana, divinicé con el contacto del Verbo al hombre, elevándolo de lo terreno para que aspirara al cielo.

"Pero entre todos los hombres distinguí a los que deberían ser Míos, "otros Yo", que continuaran la misión que me trajo a la tierra, y que fue llevar a mi Padre lo que de El salió: almas que lo glorificaran eternamente" (Diario T. 50, p. 199-200, enero 11, 1928).

"Nunca acabaría de decir lo que son los Sacerdotes para Mí: mis manos, mis obreros, mi mismo Corazón y el centro de innumerables almas. En el Sacerdote veo Yo el reflejo de mi Padre... me veo a Mí mismo y al Espíritu Santo. En el Sacerdote contemplo los misterios: el de la Unidad por su ser íntimo con la Santísima Trinidad. Veo el misterio de la Encarnación que el Sacerdote perpetúa en cada misa. Veo el de la Eucaristía que no se produciría sin su concurso. Veo a los Sacramentos en fin y a mi Iglesia amada, y a miles de almas engendradas en la suya para gloria de Dios. Me veo a Mí a cada paso en mis Sacerdotes. Pero debería verme en ellos como Yo soy, Santo entre los Santos y no desfigurado por sus pecados" (Diario T. 54, p. 36-.28, noviembre 20, 1929).

La lglesia debe continuar la Pasión

"Yo soy la Cabeza y el alma de la lglesia y todos los míos son miembros de ese mismo Cuerpo y deben continuar en mi unión la expiación y el sacrificio hasta el fin de los siglos" (Diario T. 23, p. 195, julio 24, 1906).

"Concluyó mi pasión en el Calvario... pero los que forman mi Iglesia deben continuar en ellos la pasión... ofreciéndose en reparación propia y ajena a la Trinidad, en unión mía, siendo víctimas con la Víctima, pero con las mismas cualidades de las Víctimas" (Diario T. 23. p. 196-197, julio 24, 1906).

"Esta es la ley del amor, la que rige a mi Iglesia, toda amor, expiación y unión" (Diario T. 23, p. 198, julio 24, 1906).

"Yo no necesito de nadie para salvar al mundo: pero todos los cristianos deben sufrir en mi unión cooperando a esa misma Redención para la gloria de Dios y glorificación propia" (Diario T. 27, p. 175, mayo 16, 1907).

Una oración de la "Liturgia de las Horas" expresa esta espiritualidad: "Dios omnipotente y eterno, que quisiste que tu Hijo sufriese por la salvación de todos; haz que inflamados en tu amor, sepamos ofrecernos a ti como víctimas vivas" (Oración Vísperas IV).

María Madre de la Iglesia

La Iglesia sacerdotal del Verbo Encarnado tiene como Madre a María, Madre del Eterno Sacerdote.

"María fue la escogida entre todas las mujeres para que en su virginal seno se obrara la Encarnación del Divino Verbo y desde aquel instante Ella, la sin mancha, la Madre Virgen, la que aceptó con el amor y la sumisión más grande que ha existido en la tierra hacia mi Padre, no cesó de ofrecerme a Él como víctima que venía del cielo a salvar al mundo, pero sacrificando su corazón de Madre a la divina voluntad de ese Padre amado.

"Y me alimentó para ser víctima consumando la inmolación de su alma al entregarme para ser crucificado. Y un mismo sacrificio era el Mío en la Cruz como el que se obraba en su corazón: continuando después en el martirio de su Soledad, ofreciendo sus dolores al Eterno Padre en mi unión.

"Al dejar Yo el mundo, al alejarme de mis discípulos les dejé a María, representándome en sus virtudes, en sus ternuras, en su corazón, eco fidelísimo del Mío y elemento necesario para el fundamento de mi Iglesia, a la vez que para sostén espiritual de mis Apóstoles y primeros discípulos.

"En María se apoyaba la naciente Iglesia y María la sostenía con sus dolores y sus virtudes y sus oraciones y su amor.

"Y por eso, al enviar al Espíritu Santo a mis Apóstoles, no excluí a María, aún cuando Ella estaba plena de gracia, llena de mi Espíritu. Fue con el fin de que la lglesia la tuviera por Reina, de que los Sacerdotes la consideraran indispensable, de que a ellos y a los fieles no les faltara el calor y la protección de una Madre" (Diario T. 51, p. 281-283, 286-287, abril 6, 1928).


 

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