CONCHITA

Diario Espiritual de una
Madre de Familia

El Evangelio de la Cruz

Como Teresa de Lisieux o Juan XXIII, Conchita es una gracia de Dios para nuestro tiempo.

Del estudio objetivo de los documentos se impone al teólogo esta conclusión: Conchita es "una palabra de Dios a nuestro tiempo".

La Providencia ha confiado a una mujer seglar un mensaje profético para el mundo de hoy. Su misión en la Iglesia es la de anunciar "un nuevo Pentecostés": el reinado del Espíritu Santo en nuestra época desacralizada; y de recordar a los hombres, para salvarlos, el Evangelio de la Cruz.

Cuando el Señor comenzó la realización de su obra en Conchita, le manifestó en una visión sintética la doctrina o más bien el Evangelio de la Cruz, en el símbolo de una cruz coronada e iluminada por el Espíritu Santo. Una cruz grande, muy grande, escribe, y en su centro el Corazón de Cristo traspasado por la lanza.

¿Qué significa esa cruz misteriosa?

Significa:

Que la Cruz ha cambiado de significado, que el dolor y la muerte ya no son maldición y condenación. Que el sufrimiento humano tiene un valor positivo, valor de salvación, que la Cruz constituye "el comienzo primicial" de la liberación definitiva del hombre y del universo.

El símbolo de la espiritualidad, del mensaje y de la misión de Conchita es la "Cruz del Apostolado".

Una Cruz grande, muy grande; en el centro: el Corazón de Jesús: el Amor del Verbo Encarnado.

Y todo bajo las alas de luz y de fuego del Espíritu Santo: el Amor personal de Dios.

El mensaje tiene dimensión universal. Jamás el hombre ha sufrido como en el mundo presente. Jamás como ahora todo este sufrimiento es inútil.

El mundo actual está bajo el imperio de la cruz pero, desgraciadamente, no es la Cruz de Jesús, porque es una cruz sin amor.

Todos los hombres sufren, pero cuán pocos son los que saben sufrir. El dolor humano debe ser transfigurado por el amor: en ese momento se convierte en una fuerza dinámica, constructora del Nuevo Universo. La Cruz transfigurada por el amor es una Cruz iluminada por la esperanza que es certeza nuestra plena liberación; Cruz que conduce a la gloria de la Resurrección.

El mensaje de Conchita es un llamamiento a vivir la Cruz de Jesús, cruz transfigurada por el Espíritu Santo, cruz que es la gloria perfecta del Padre.

El símbolo de la Cruz del Apostolado nos da la clave para comprender la espiritualidad de la Cruz, que es recordar el Evangelio.

- la espiritualidad de la Cruz exige la santidad,

- una santidad "apostólica" al servicio de los demás, no replegada sobre sí mismo, sobre sus estados de ánimo y sobre las operaciones de Dios en las almas purificadas,

- una santidad con horizontes de lglesia y de catolicidad en vista a colaborar a su razón de ser y su finalidad: la salvación, la santificación de los hombres y, por tanto,

- una santidad encaminada a una entrega y oblación total de sí mismo en favor de la santidad sacerdotal,

- una santidad realizada en la fidelidad de la propia vida, santidad accesible a todos, ya sea en el hogar, ya en la vida familiar y en el trabajo profesional. Santidad a través del "terrible cotidiano" en la primacía del amor, pero bajo el sello de la cruz y del espíritu de sacrificio.

Este sentido de la Cruz se encuentra en el trasfondo del Evangelio: toda santidad se consuma en la Cruz. Pero cada uno, de acuerdo con su lugar y su misión en la Iglesia, tiene su cruz personal, marcada como filigrana en la trama de una existencia humana vivida con sencillez evangélica y total docilidad al Espíritu Santo.

Sólo el Espíritu Santo da sentido a la Cruz de Jesús, nos introduce en su misterio? nos revela su valor salvífico y lo ilumina y transfigura con esplendor de gloria.

La historia del mundo tiene su centro en el Gólgota donde se levanta siempre la Cruz de Cristo entre dos humanidades crucificadas, una en el odio y la otra en el amor.

Cristo invita a todas las generaciones humanas a participar de su Cruz.

En la respuesta personal a este llamado del Crucificado se juega el destino de cada hombre.

La espiritualidad de la Cruz no es un dolorismo, ni una pasividad, es una colaboración activa a la salvación, cooperación a la construcción del "mundo nuevo".

Pero lo más admirable de la doctrina que el Señor manifestó a Conchita no está en el sentido de la Cruz como

- sufrimiento expiatorio (reparación de la culpa por una compensadora ofrenda de amor para devolver a Dios Padre toda la gloria en cambio de la ofensa del pecado), 

- ni solamente como satisfacción,

- o como purificación del hombre culpable, sino en su profundo significado de redención por el amor, de santificación, transfiguración y configuración con Cristo que "nos amó hasta el exceso".

Es en pocas palabras, el redescubrimiento de la Cruz de Cristo, de su valor salvífico: es entrar en la profundidad del misterio de la Redención, es un llamado a comprender, a honrar, a participar de la Cruz íntima del Corazón de Cristo, y, por tanto, a comprometerse personalmente en la corredención de los hombres para la gloria de Dios:

"Es un grande honor de predilección el de asociar almas a mi redentor sacrificio, más para que sea perfecta la donación de estas almas, necesito transformarlas en Mí para que así, completando mi Cuerpo Místico perfecto, sean una sola cosa Conmigo para la gloria del Padre" (Diario T. 64, p. 155 A, noviembre 10, 1935).

Y porque es la "Cruz de Jesús" trae como fruto la efusión del Espíritu Santo.


 

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