CAPÍTULO
XIX
EL ESPÍRITU SANTO
El Espíritu Santo es también esencial en la espiritualidad
del Padre Félix, no solo porque es la tercera Persona de la
Santísima Trinidad, inseparable del Padre y del Hijo, sino
porque su acción en nosotros es indispensable para seguir a
Jesús como Hijo del Padre, como Sacerdote-Víctima, y como el
Ungido por el Espfritu de Dios.
Hemos visto cuanto insistía el Padre Félix en imitar o
copiar en todo a Jesús, pero más que nada en su amor filial
al Padre. Ahora bien, según la Revelación, el que pone en
nuestros corazones este sentimiento filial es el Espíritu
Santo: "Para mostrar que ya somos sus hijos, Dios envió el
Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, y es ese Espíritu
el que nos hace gritarle: ¡Padre mío!" Gal. 4.6.
Y en cuanto a nuestro amor a Jesús y nuestra unión con El,
no tendríamos la menor posibilidad si el Espíritu Santo no
obra en nosotros: "Nadie puede decir: ¡Jesús es el Señor! si
no está hablando por el poder del Espíritu Santo. Y nadie
puede maldecir a Jesús si el Espfritu Santo está obrando en
él" Cor. 12.13. Esto quiere decir que no podemos ni siquiera
tener fe en Cristo ni reconocerlo como Señor, sin la acción
del Espíritu Santo en nosotros. Mucho menos podríamos
comprender el misterio de su sacerdocio, de su sacrificio,
de su dolor, de su Cruz... Por eso al despedirse Jesús de
sus discípulos, pocas horas antes de que comenzara su Pasión,
les dice estas palabras: "Quisiera decirles muchas cosas,
pero ahora no podrían ustedes comprenderlas. Hasta que venga
el Espíritu de la verdad, Ellos guiara a toda verdad" Jn.
16.12.
El padre Félix explicaba muchas veces porqué el símbolo del
Espíritu Santo (La Paloma), está sobre la Cruz y sobre el
corazón de Cristo en el emblema de las Obras de la Cruz, y
al hacerlo se refería siempre al texto de la Carta a los
Hebreos: "Por medio del Espíritu Eterno, Cristo se ofreció a
sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha" Heb. 9.14.
Si la Escritura nos muestra a Jesús movido siempre por el
Espíritu Santo, cuanto más lo estuvo en aquel momento cumbre
de su misión redentora, de su obediencia al Padre, de su
sacrificio Sacerdotal.
Y así también nosotros, solo bajo el impulso del Espíritu
Santo tendremos el amor y la luz que son necesarios para
vivir como ofrendas de holocausto en unión de Jesús,
Sacerdote y Víctima.
Y por último, tengamos en cuenta que estaríamos muy lejos de
ser una reproducción de Cristo, si no somos hombres llenos
del Espíritu Santo; porque Jesús era eso, el Ungido por el
Espíritu:
"He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma
y quedarse sobre El. Yo no lo conocía, pero el que me envió
a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre quien veas que el
Espíritu baja y se queda con El, es el que bautiza con
Espíritu Santo' ". Jn. 1.32 y 33.
"Jesús lleno del Espíritu Santo, salió del río Jordán, y el
Espíritu lo llevó al desierto. Allí estuvo cuarenta días".
Luc. 4.1
"Y Jesús volvió a Galilea, lleno del poder del Espíritu
Santo. Y llegó a Nazaret, y entró en la sinagoga como era su
costumbre; y se puso de pié para leer las Escrituras. Le
dieron a leer el libro del profeta Isaías, y al abrirlo,
encontró el lugar donde estaba escrito: 'El Espíritu del
Señor esta sobre mí, porque me ha ungido, para que yo lleve
a los pobres la buena noticia'... Jesús dijo entonces: 'Hoy
mismo se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes".
Luc. 4.14.
"En ese momento, el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús,
y exclamó: ¡Yo te alabo, padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que
escondiste a los sabios y entendidos. Si, Padre te alabo
porque así lo has querido!" "Movido por el Espíritu Santo,
dio instrucciones a los apóstoles que había escogido, sobre
lo que debían hacer." Hech. 1.2.
"El que ha sido enviado por Dios, (Jesús) habla las palabras
de Dios, porque Dios le da su Espíritu sin medida". Jn.
3.34.
Recordemos que Jesús afirmaba que El realizaba las
curaciones y milagros con el poder del Espíritu Santo, de
tal manera que los que decían que obraba con el poder de
Satanás, estaban blasfemando contra el Espíritu Santo. (Mat.
12.31).
Ante la lectura de estos textos tenemos una visión clara de
que Jesús era un hombre lleno del Espíritu Santo, ungido por
el Espíritu Santo, movido por el Espíritu Santo, y destinado
a "bautizarnos con Espíritu Santo", es decir, a compartir
con todos su UNCIÓN. Hasta los nombres que le damos nos
recuerda este hecho tan fundamental y tan olvidado: CRISTO,
quiere decir 'El Ungido'. Y cuando decimos: JESUCRISTO,
estamos diciendo 'JESÚS EL UNGIDO'. Y Jesús no recibió del
Padre otra unción sino la del Espíritu Eterno.
La misión esencial de Jesús ahora y por siempre es darnos su
Espíritu según nos lo dice la Revelación. El día de
Pentecostés, Pedro explica al pueblo asombrado que es lo que
acaba de suceder:
"Dios ha resucitado a ese mismo Jesús, y de ello todos
nosotros somas testigos. El fue levantado para ir a sentarse
a la derecha de Dios, y recibió del Padre el Espíritu Santo
que había sido prometido y ahora lo está repartiendo. Eso es
lo que ustedes han vista y oído". Hech. 2. 32.
Ahora bien, si nosotros no somos hombres llenos del Espíritu
de Dios, movidos por el Espíritu de Dios, y capaces de
comunicar al Espíritu Santo como instrumentos de Cristo,
entonces "Qué tenemos que ver con el Ungido, o en que nos
parecemos a Él? Con cuánta razón decía San Pablo: "El que
no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo". Rom. 8.9.
Claramente se desprende de lo dicho porque el
Espíritu
Santo no es algo sobrepuesto en la espiritualidad del padre
Félix, sino es alguien cuya presencia es absolutamente
esencial.
Veamos ahora algunos textos de los escritos de nuestro
fundador, tomados entre muchos, en los que nos habla del
Espíritu Santo:
"La expresión de San Pablo: 'El Espíritu Santo nos hace
gritarle a Dios: ¡Padre mío! '(Gal. 4.6) quiere decir que el
Espíritu Santo es quien nos lleva al Padre así como el amor
precipita al niño en los brazos de su madre con gritos de
alegría. En otros términos, el Espíritu del Hijo nos enseña
a tratar a Dios como Padre nuestro. Solo Él puede
inflamarnos en el amor al Divino Padre". (1)
"San Pablo nos dice que: 'Los que son movidos por el
Espíritu Santo, esos son hijos de Dios' (Rom. 8.14). Estamos
llamados a ser hijos de Dios. Pero ¿Quiénes son real mente
hijos de Dios?
Los que el Espíritu Santo fortalece para que sigan el camino
de Dios, después de haberles dado luz para conocerlo. ¡Qué
más podemos desear en este mundo que ser dirigidos por el
Espíritu
Santo para ser más y más hijos de Dios! Pues bien, todo
aquel que busca al Espíritu Santo, obtiene la gracia de ser
fortalecido y guiado por El". (2)
“¿Qué
fue lo mas esencial en la vida de Jesús? Ser dócil al
Espíritu Santo para cumplir en todo la voluntad del Divino
Padre.
Pues esto es también lo esencial en nuestra vida. Ustedes
serán verdaderos religiosos si el día de su muerte pueden
decir con verdad: Padre, desde que entré al noviciado, nunca
quise hacer mi voluntad, sino siempre la tuya, con la luz y
la fuerza del Espíritu Santo". (3)
"Espíritu Santo, hoy quiero renovar mi total consagración a
Ti, porque tú eres Aquel que el Padre y el Hijo me han
enviado, tu eres el otro Paráclito que Jesús nos prometió.
Te consagro, pues, todo mi ser para que me poseas plenamente
y tengas sobre mí un dominio absoluto, sin límites ni
restricciones de ninguna clase. Quiero que seas Tú mi Guía,
mi Luz, mi Fuerza, y todo el amor de mi alma. Me abandono
sin reservas a tu divina voluntad, y te pido la gracia
incomparable de ser siempre dócil a tus inspiraciones".
Te consagro mi alma para que sea siempre tu templo. Mi
memoria, para que me recuerdes las palabras y acciones de
Jesús. Mi corazón con todos sus afectos, para que cautivado
por las delicias del amor divino, encuentre en Ti la Paz
interior, tus consuelos, tus dones y tus frutos.
En fin, te consagro mi cuerpo, y cuanto tengo y soy, para
que plenamente poseído por ti, Espíritu de amor, sea tu
apóstol, y logre que miles de almas te amen.
"Ámame Tu, más y más, y que tu amor me santifique, a mí y a
todos los que yo amo. Amén" (4)
El padre Félix quería multiplicar por todas partes a los
apóstoles del Espíritu Santo y para esto fundó una
asociación llamada "Familia del Espíritu Santo" (el 20 de
agosto de 1917). Su lema era AMAR AL ESPÍRITU SANTO Y
HACERLO AMAR. Llegó a contar con más de 80,000 miembros en
toda la República Mexicana.
En el manual que el Padre Félix escribió para ellos dice:
"Queremos amar con entusiasmo al Espíritu santo. Queremos
ser sus apóstoles incansables. No dejaremos pasar un solo
día de nuestra vida sin extender esa devoción, que trae a
las almas vida, luz, fortaleza y amor. Busquemos para el
Espíritu Santo nuevos amigos ardientes. Hagamos amar al
Espíritu de amor, al que es Amor, y esperemos con toda
confianza, por este apostolado santo, las gracias mas
preciosas y una especial gloria".
"¡El Espíritu Santo es Dios!" Lo sabemos y lo creemos. Pero
hay que VIVIR NUESTRA FE con entusiasmo y con amor ardiente.
Tenemos entre manos una obra grande entre todas: llenar del
Espíritu Santo los corazones de todos los mexicanos. ¡Y
entonces qué cambios habrá en esta amada nación! Familia del
Espíritu Santo, ¡manos a la obra! (5)
"¡Sí, sí! Que todo el mundo sea consagrado al Espíritu
Santo, at Espíritu dulcísimo del Padre y del Hijo, y que no
exista un solo corazón donde no viva y reine el que es Amor,
Unión y Paz.
Creemos firmemente que el reinado del Espíritu Santo en la
tierra apagará los odios, sembrará el amor fraterno en los
corazones, y uniendo a todos los hombres como verdaderos
hermanos, realizará en el mundo la única paz verdadera" (6)
"¡Cuántas almas deseosas de perfección están estancadas
porque no invocan al Espíritu Santo, lo tienen olvidado en
todo el transcurso de su vida espiritual! ¡Desean ser santos
sin el santificador"!
Pero no podemos pedirle al Espíritu Santo que venga a
poseernos si hay en nosotros cosas que impiden la íntima
unión con El. Por eso los antiguos monjes hacían esta
pregunta a los que querían ingresar a sus conventos:
'Hermano, ¿traes tu corazón vacío para que pueda llenarlo el
Espíritu Santo?'.
Y no está todo en recibir al Espíritu Santo, es necesario
hacer fructificar sus tesoros ¡Cuantos reciben al Espíritu
Santo en el Bautismo y en la Confirmación, y que pocos son
los que cultivan sus dones y su trato!
Y nosotros ¿lo amamos de veras, lo consultamos, le hablamos,
y estamos muy atentos a sus inspiraciones?" (Plática. 9 dic.
1932).
"Cuando se examinan uno por uno los pasajes de la Escritura
relativos al Espíritu Santo, se ve luego que la misma idea
vuelve sin cesar bajo formas distintas: la idea de vida.
La plática de hoy será sobre la intimidad con Aquel que
llamamos Señor y dador de vida. Aquel que es el Alma de
nuestra alma" (Retiro a los novicios. 1929). (7).
"San Pablo dice que 'fuimos bautizados para formar un solo
cuerpo, cuya alma es un mismo Espíritu, del cual se nos dio
a beber a todos' (1 Cor. 12.13). Quiere decir que así como
el cuerpo se sumergía en el agua del bautismo, así nuestra
alma se sumerge en el Espíritu Santo, y que en virtud de
esta inmersión en el Espíritu de Dios, quedamos todos
unidos, purificados, santificados y justificados, porque al
ser sumergidos en el Espíritu Santo, quedamos completamente
impregnados de Él. Y un símbolo de esta abundancia, en el
lenguaje de Jesús mismo, son aquellos ríos de agua viva que
manarán eternamente del corazón de cuantos creen en Él'. Jn.
7.38 (8)
"Dios nos ha dado a todos como Director Espiritual al
Espíritu Santo. ¡Qué precioso es sentir en nuestra vida
espiritual que no estamos solos! Los hombres de oración lo
sienten. Pero muchas veces, aunque el Espíritu Santo está
siempre con nosotros (1 Cor. 3.15 y 6.19) y habita en
nosotros como en su templo, nosotros no lo tenemos en
cuenta, no lo consultamos, no platicamos con Él. En la
oración es donde se le habla, y en donde Él responde. No es
una cosa extraordinaria. Es lo que debe ser" (9)
"Aunque el Espíritu Santo es omnipotente, jamás anula
nuestra libertad, de manera que podemos oponernos a su
acción divina, luchar contra el Espíritu Santo, y expulsarlo
de nuestro corazón. Por eso San Pablo dice a los Efesios que
no le causen tristeza al Espíritu Santo y que no extingan su
llama.
Pero nuestra libre voluntad puede elegir también entregarse
al Espíritu Santo y la fidelidad con la cual le obedecemos
aumenta la medida de su acción y de su eficacia en
nosotros.
Utilicemos todos los tesoros que Dios nos ha dado ya en el
estado actual en el que vivimos, y no perdamos tiempo con
planes y deseos inútiles. Estemos bien consientes de que en
los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación hemos
recibido ya las gracias suficientes para hacernos santos,
por eso, en lugar de pedir más, seamos mas fieles y
apliquémonos a utilizar las riquezas que ya poseemos.
Somas ricos con la riqueza misma de Dios, y no podemos
imaginar siquiera cuan grandes son los tesoros que Dios ha
puesto en nuestras manos para que los multipliquemos, por
medio de una perfecta correspondencia a las mociones de su
Espíritu" (10)
"Querida hija, ame mucho al Espíritu Santo, y esté muy
atenta a sus inspiraciones, que son muy frecuentes. El
Espíritu Santo nos habla interiormente, y muchas veces, si
no lo escuchamos es porque hay mucho ruido en nuestra alma,
nosotros mismos lo hacemos con la memoria y la imaginación.
Otras veces si escuchamos la voz del Espíritu Santo, pero
nos hacemos sordos, porque nos pide superación, esfuerzo y
sacrificio. Y hay algo que nos debe causar mucha tristeza:
cuando decimos que no al Espíritu Santo, esa gracia pasa, y
no vuelve jamás..." (11)
"Todos los dones del Espíritu Santo son valiosos y
deseables, todos son necesarios; pero tal vez el que más
necesitamos en la práctica, es el don de fortaleza. Porque
somos débiles, y tendemos a estar subiendo y bajando en
nuestra vida espiritual. Esa es la realidad de muchos
cristianos y aun de muchos religiosos: subir y bajar. Pero
la vida de los santos es subir sin cesar y mantenerse en las
alturas conquistadas, y para eso necesitamos el don de
fortaleza, para seguir siempre, sin cansarnos, el único
camino que va hacia arriba, y que es Jesús crucificado. Pero
¿podemos acaso seguirlo con nuestras propias fuerzas? Dios
nos
libre
de pensarlo. Lo lograremos solamente si dejamos que el
Espíritu Santo obre en nosotros. Pero eso de 'dejar actuar
al Espíritu Santo' no es una actitud pasiva, sino un amor
activo que abre bien los ojos para seguir los caminos que
señala el Divino Espíritu.
¡Vamos adelante! Con esa confianza que produce el amor
apasionado a Dios. Esta pobre vida no es más que un esfuerzo
que Dios nos pide para secundarlo Él con su gracia: 'No yo,
sino la gracia de Dios que está conmigo' (1 Cor. 15.10) ¡Qué
palabra tan consoladora!
Que cada uno pida al Espíritu Santo, para sí mismo y para
todos, el don de fortaleza, que supla nuestra innata
debilidad". (12)
"Queridos hijos, consideren su vocación tan sublime, y
préstense de veras para que el Espíritu Santo habite en sus
almas y las posea plenamente" (13)
"Estudien más y más, amados hijos, la teología del Espíritu
Santo para dar a su piedad bases sólidas, y poder amarle
veras a la Tercera Divina Persona". (14)
“Como deben ser directores espirituales, recuerden con
frecuencia que son instrumentos del Espíritu Santo en la
obra de la santificación de las almas. Por lo tanto, sean
devotísimos del Divino Espíritu, y pídanle constantemente la
gracia de ser hombres de oración". (15)
"Bajo el impulso del Espíritu Santo imitaremos a Jesús, en
su amor obediente al Padre y en su amor humilde a los
hombres".
"Conscientes de que sólo puede transformamos en Cristo el
Espíritu Santo, nos consagraremos a Él y seremos dóciles a
sus inspiraciones". (16)
"Predestinados a reproducir la imagen del Hijo, nos
dejaremos guiar por el Espíritu Santo hasta ser
transformados en Jesús crucificado. Sólo este Espíritu
Divino que habita en nuestros corazones nos transformará en
ofrenda permanente junto con Jesús, y nos llevará al
conocimiento pleno del misterio de Dios y de la Cruz. Por
eso nuestra vocación nos consagra de manera especial al
Espíritu Santo
y nos pide que seamos devotísimos de este Divino Espíritu".
(17)
"Recibe, Espíritu Santo, la entrega absoluta de todo mi ser,
dígnate ser mi luz, mi Guía y mi Fuerza en cada una de mis
acciones. Te pido ser fiel a todas tus inspiraciones, y que
hagas de mi una imagen verdadera de Cristo Jesús". (18)
Podríamos sintetizar en esta formula la espiritualidad del
Padre Félix: Transformarnos en Jesús haciendo perfectamente
la voluntad del Padre, bajo la dirección, la luz y la fuerza
del Espíritu Santo.
En otros escritos, el padre Félix insiste en que nuestro
seguimiento de Jesús debe ser principalmente como Sacerdote
del Padre, movidos por el Espíritu Santo.
CITAS:
1-Plática a los novicios. 14 oct. 1924.
2-Revista La Cruz. Enero 1927.
3-Plática a los estudiantes. 12 oct. 1932.
4-En una libreta. Sin fecha.
5-Revista Pentecostés. Abril 1924.
6-Manual de la devoción al Espíritu Santo.
7-Retiro a los novicios. 1929.
8-La Cruz. Nov. 1927.
9-Plática a un grupo de sacerdotes. Oct. 1931.
10- Apuntes para una plática. Sin fecha.
11-A una religiosa. 6 de feb. 1931.
12-A la casa de Roma. 1 jul. 1930.
13-Ibíd. 24 enero 1931.
14-Ibíd. 8 abr. 1934.
15-Constituciones. No. 202.
16-Ibíd. Art. 2.
17-Ibíd. Art. 8.
18-Manual para la Familia del Espíritu Santo.
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