Vida y Espiritualidad de Félix de Jesús Rougier


Misioneros del Espíritu Santo
Vida y Espiritualidad del
Venerable Félix de Jesús Rougier, M.Sp.S
.
Ricardo Zimbrón L., M.Sp.S.

 

 
 
   
  
   
  
  Página Principal

Anterior | ÍNDICE | Siguiente    

   
 

CAPÍTULO XIX

EL ESPÍRITU SANTO
 

El Espíritu Santo es también esencial en la espiritualidad del Padre Félix, no solo porque es la tercera Persona de la Santísima Trinidad, inseparable del Padre y del Hijo, sino porque su acción en nosotros es indispensable para seguir a Jesús como Hijo del Padre, como Sacerdote-Víctima, y como el Ungido por el Espfritu de Dios.  

Hemos visto cuanto insistía el Padre Félix en imitar o copiar en todo a Jesús, pero más que nada en su amor filial al Padre. Ahora bien, según la Revelación, el que pone en nuestros corazones este sentimiento filial es el Espíritu Santo: "Para mostrar que ya somos sus hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, y es ese Espíritu el que nos hace gritarle: ¡Padre mío!" Gal. 4.6.  

Y en cuanto a nuestro amor a Jesús y nuestra unión con El, no tendríamos la menor posibilidad si el Espíritu Santo no obra en nosotros: "Nadie puede decir: ¡Jesús es el Señor! si no está hablando por el poder del Espíritu Santo. Y nadie puede maldecir a Jesús si el Espfritu Santo está obrando en él" Cor. 12.13. Esto quiere decir que no podemos ni siquiera tener fe en Cristo ni reconocerlo como Señor, sin la acción del Espíritu Santo en nosotros. Mucho menos podríamos comprender el misterio de su sacerdocio, de su sacrificio, de su dolor, de su Cruz... Por eso al despedirse Jesús de sus discípulos, pocas horas antes de que comenzara su Pasión, les dice estas palabras: "Quisiera decirles muchas cosas, pero ahora no podrían ustedes comprenderlas. Hasta que venga el Espíritu de la verdad, Ellos guiara a toda verdad" Jn. 16.12.  

El padre Félix explicaba muchas veces porqué el símbolo del Espíritu Santo (La Paloma), está sobre la Cruz y sobre el corazón de Cristo en el emblema de las Obras de la Cruz, y al hacerlo se refería siempre al texto de la Carta a los Hebreos: "Por medio del Espíritu Eterno, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha" Heb. 9.14.  

Si la Escritura nos muestra a Jesús movido siempre por el Espíritu Santo, cuanto más lo estuvo en aquel momento cumbre de su misión redentora, de su obediencia al Padre, de su sacrificio Sacerdotal. 

Y así también nosotros, solo bajo el impulso del Espíritu Santo tendremos el amor y la luz que son necesarios para vivir como ofrendas de holocausto en unión de Jesús, Sacerdote y Víctima.  

Y por último, tengamos en cuenta que estaríamos muy lejos de ser una reproducción de Cristo, si no somos hombres llenos del Espíritu Santo; porque Jesús era eso, el Ungido por el Espíritu:  

"He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma y quedarse sobre El. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y se queda con El, es el que bautiza con Espíritu Santo' ". Jn. 1.32 y 33.  

"Jesús lleno del Espíritu Santo, salió del río Jordán, y el Espíritu lo llevó al desierto. Allí estuvo cuarenta días". Luc. 4.1  

"Y Jesús volvió a Galilea, lleno del poder del Espíritu Santo. Y llegó a Nazaret, y entró en la sinagoga como era su costumbre; y se puso de pié para leer las Escrituras. Le dieron a leer el libro del profeta Isaías, y al abrirlo, encontró el lugar donde estaba escrito: 'El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido, para que yo lleve a los pobres la buena noticia'... Jesús dijo entonces: 'Hoy mismo se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes". Luc. 4.14.  

"En ese momento, el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, y exclamó: ¡Yo te alabo, padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste a los sabios y entendidos. Si, Padre te alabo porque así lo has querido!" "Movido por el Espíritu Santo, dio instrucciones a los apóstoles que había escogido, sobre lo que debían hacer." Hech. 1.2.  

"El que ha sido enviado por Dios, (Jesús) habla las palabras de Dios, porque Dios le da su Espíritu sin medida". Jn. 3.34.  

Recordemos que Jesús afirmaba que El realizaba las curaciones y milagros con el poder del Espíritu Santo, de tal manera que los que decían que obraba con el poder de Satanás, estaban blasfemando contra el Espíritu Santo. (Mat. 12.31).  

Ante la lectura de estos textos tenemos una visión clara de que Jesús era un hombre lleno del Espíritu Santo, ungido por el Espíritu Santo, movido por el Espíritu Santo, y destinado a "bautizarnos con Espíritu Santo", es decir, a compartir con todos su UNCIÓN. Hasta los nombres que le damos nos recuerda este hecho tan fundamental y tan olvidado: CRISTO, quiere decir 'El Ungido'. Y cuando decimos: JESUCRISTO, estamos diciendo 'JESÚS EL UNGIDO'. Y Jesús no recibió del Padre otra unción sino la del Espíritu Eterno.  

La misión esencial de Jesús ahora y por siempre es darnos su Espíritu según nos lo dice la Revelación. El día de Pentecostés, Pedro explica al pueblo asombrado que es lo que acaba de suceder:

 "Dios ha resucitado a ese mismo Jesús, y de ello todos nosotros somas testigos. El fue levantado para ir a sentarse a la derecha de Dios, y recibió del Padre el Espíritu Santo que había sido prometido y ahora lo está repartiendo. Eso es lo que ustedes han vista y oído". Hech. 2. 32.  

Ahora bien, si nosotros no somos hombres llenos del Espíritu de Dios, movidos por el Espíritu de Dios, y capaces de comunicar al Espíritu Santo como instrumentos de Cristo, entonces "Qué tenemos que ver con el Ungido, o en que nos parecemos a Él? Con cuánta razón decía San Pablo: "El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo". Rom. 8.9.

Claramente se desprende de lo dicho porque el Espíritu Santo no es algo sobrepuesto en la espiritualidad del padre Félix, sino es alguien cuya presencia es absolutamente esencial.

Veamos ahora algunos textos de los escritos de nuestro fundador, tomados entre muchos, en los que nos habla del Espíritu Santo:  

"La expresión de San Pablo: 'El Espíritu Santo nos hace gritarle a Dios: ¡Padre mío! '(Gal. 4.6) quiere decir que el Espíritu Santo es quien nos lleva al Padre así como el amor precipita al niño en los brazos de su madre con gritos de alegría. En otros términos, el Espíritu del Hijo nos enseña a tratar a Dios como Padre nuestro. Solo Él puede inflamarnos en el amor al Divino Padre". (1)  

"San Pablo nos dice que: 'Los que son movidos por el Espíritu Santo, esos son hijos de Dios' (Rom. 8.14). Estamos llamados a ser hijos de Dios. Pero ¿Quiénes son real mente hijos de Dios?

Los que el Espíritu Santo fortalece para que sigan el camino de Dios, después de haberles dado luz para conocerlo. ¡Qué más podemos desear en este mundo que ser dirigidos por el Espíritu

Santo para ser más y más hijos de Dios! Pues bien, todo aquel que busca al Espíritu Santo, obtiene la gracia de ser fortalecido y guiado por El". (2)  

“¿Qué fue lo mas esencial en la vida de Jesús? Ser dócil al Espíritu Santo para cumplir en todo la voluntad del Divino Padre.  

Pues esto es también lo esencial en nuestra vida. Ustedes serán verdaderos religiosos si el día de su muerte pueden decir con verdad: Padre, desde que entré al noviciado, nunca quise hacer mi voluntad, sino siempre la tuya, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo". (3)  

"Espíritu Santo, hoy quiero renovar mi total consagración a Ti, porque tú eres Aquel que el Padre y el Hijo me han enviado, tu eres el otro Paráclito que Jesús nos prometió. Te consagro, pues, todo mi ser para que me poseas plenamente y tengas sobre mí un dominio absoluto, sin límites ni restricciones de ninguna clase. Quiero que seas Tú mi Guía, mi Luz, mi Fuerza, y todo el amor de mi alma. Me abandono sin reservas a tu divina voluntad, y te pido la gracia incomparable de ser siempre dócil a tus inspiraciones".  

Te consagro mi alma para que sea siempre tu templo. Mi memoria, para que me recuerdes las palabras y acciones de Jesús. Mi corazón con todos sus afectos, para que cautivado por las delicias del amor divino, encuentre en Ti la Paz interior, tus consuelos, tus dones y tus frutos.  

En fin, te consagro mi cuerpo, y cuanto tengo y soy, para que plenamente poseído por ti, Espíritu de amor, sea tu apóstol, y logre que miles de almas te amen.  

"Ámame Tu, más y más, y que tu amor me santifique, a mí y a todos los que yo amo. Amén" (4)  

El padre Félix quería multiplicar por todas partes a los apóstoles del Espíritu Santo y para esto fundó una asociación llamada "Familia del Espíritu Santo" (el 20 de agosto de 1917). Su lema era AMAR AL ESPÍRITU SANTO Y HACERLO AMAR. Llegó a contar con más de 80,000 miembros en toda la República Mexicana.  

En el manual que el Padre Félix escribió para ellos dice: "Queremos amar con entusiasmo al Espíritu santo. Queremos ser sus apóstoles incansables. No dejaremos pasar un solo día de nuestra vida sin extender esa devoción, que trae a las almas vida, luz, fortaleza y amor. Busquemos para el Espíritu Santo nuevos amigos ardientes. Hagamos amar al Espíritu de amor, al que es Amor, y esperemos con toda confianza, por este apostolado santo, las gracias mas preciosas y una especial gloria".  

"¡El Espíritu Santo es Dios!" Lo sabemos y lo creemos. Pero hay que VIVIR NUESTRA FE con entusiasmo y con amor ardiente. Tenemos entre manos una obra grande entre todas: llenar del Espíritu Santo los corazones de todos los mexicanos. ¡Y entonces qué cambios habrá en esta amada nación! Familia del Espíritu Santo, ¡manos a la obra! (5)  

"¡Sí, sí! Que todo el mundo sea consagrado al Espíritu Santo, at Espíritu dulcísimo del Padre y del Hijo, y que no exista un solo corazón donde no viva y reine el que es Amor, Unión y Paz.  

Creemos firmemente que el reinado del Espíritu Santo en la tierra apagará los odios, sembrará el amor fraterno en los corazones, y uniendo a todos los hombres como verdaderos hermanos, realizará en el mundo la única paz verdadera" (6)  

"¡Cuántas almas deseosas de perfección están estancadas porque no invocan al Espíritu Santo, lo tienen olvidado en todo el transcurso de su vida espiritual! ¡Desean ser santos sin el santificador"!  

Pero no podemos pedirle al Espíritu Santo que venga a poseernos si hay en nosotros cosas que impiden la íntima unión con El. Por eso los antiguos monjes hacían esta pregunta a los que querían ingresar a sus conventos: 'Hermano, ¿traes tu corazón vacío para que pueda llenarlo el Espíritu Santo?'.  

Y no está todo en recibir al Espíritu Santo, es necesario hacer fructificar sus tesoros ¡Cuantos reciben al Espíritu Santo en el Bautismo y en la Confirmación, y que pocos son los que cultivan sus dones y su trato!  

Y nosotros ¿lo amamos de veras, lo consultamos, le hablamos, y estamos muy atentos a sus inspiraciones?" (Plática. 9 dic. 1932).  

"Cuando se examinan uno por uno los pasajes de la Escritura relativos al Espíritu Santo, se ve luego que la misma idea vuelve sin cesar bajo formas distintas: la idea de vida.  

La plática de hoy será sobre la intimidad con Aquel que llamamos Señor y dador de vida. Aquel que es el Alma de nuestra alma" (Retiro a los novicios. 1929). (7).  

"San Pablo dice que 'fuimos bautizados para formar un solo cuerpo, cuya alma es un mismo Espíritu, del cual se nos dio a beber a todos' (1 Cor. 12.13). Quiere decir que así como el cuerpo se sumergía en el agua del bautismo, así nuestra alma se sumerge en el Espíritu Santo, y que en virtud de esta inmersión en el Espíritu de Dios, quedamos todos unidos, purificados, santificados y justificados, porque al ser sumergidos en el Espíritu Santo, quedamos completamente impregnados de Él. Y un símbolo de esta abundancia, en el lenguaje de Jesús mismo, son aquellos ríos de agua viva que manarán eternamente del corazón de cuantos creen en Él'. Jn. 7.38 (8)  

"Dios nos ha dado a todos como Director Espiritual al Espíritu Santo. ¡Qué precioso es sentir en nuestra vida espiritual que no estamos solos! Los hombres de oración lo sienten. Pero muchas veces, aunque el Espíritu Santo está siempre con nosotros (1 Cor. 3.15 y 6.19) y habita en nosotros como en su templo, nosotros no lo tenemos en cuenta, no lo consultamos, no platicamos con Él. En la oración es donde se le habla, y en donde Él responde. No es una cosa extraordinaria. Es lo que debe ser" (9)  

"Aunque el Espíritu Santo es omnipotente, jamás anula nuestra libertad, de manera que podemos oponernos a su acción divina, luchar contra el Espíritu Santo, y expulsarlo de nuestro corazón. Por eso San Pablo dice a los Efesios que no le causen tristeza al Espíritu Santo y que no extingan su llama.  

Pero nuestra libre voluntad puede elegir también entregarse al Espíritu Santo y la fidelidad con la cual le obedecemos aumenta la medida de su acción y de su eficacia en nosotros. 

Utilicemos todos los tesoros que Dios nos ha dado ya en el estado actual en el que vivimos, y no perdamos tiempo con planes y deseos inútiles. Estemos bien consientes de que en los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación hemos recibido ya las gracias suficientes para hacernos santos, por eso, en lugar de pedir más, seamos mas fieles y apliquémonos a utilizar las riquezas que ya poseemos.  

Somas ricos con la riqueza misma de Dios, y no podemos imaginar siquiera cuan grandes son los tesoros que Dios ha puesto en nuestras manos para que los multipliquemos, por medio de una perfecta correspondencia a las mociones de su Espíritu" (10)  

"Querida hija, ame mucho al Espíritu Santo, y esté muy atenta a sus inspiraciones, que son muy frecuentes. El Espíritu Santo nos habla interiormente, y muchas veces, si no lo escuchamos es porque hay mucho ruido en nuestra alma, nosotros mismos lo hacemos con la memoria y la imaginación. Otras veces si escuchamos la voz del Espíritu Santo, pero nos hacemos sordos, porque nos pide superación, esfuerzo y sacrificio. Y hay algo que nos debe causar mucha tristeza: cuando decimos que no al Espíritu Santo, esa gracia pasa, y no vuelve jamás..." (11)  

"Todos los dones del Espíritu Santo son valiosos y deseables, todos son necesarios; pero tal vez el que más necesitamos en la práctica, es el don de fortaleza. Porque somos débiles, y tendemos a estar subiendo y bajando en nuestra vida espiritual. Esa es la realidad de muchos cristianos y aun de muchos religiosos: subir y bajar. Pero la vida de los santos es subir sin cesar y mantenerse en las alturas conquistadas, y para eso necesitamos el don de fortaleza, para seguir siempre, sin cansarnos, el único camino que va hacia arriba, y que es Jesús crucificado. Pero ¿podemos acaso seguirlo con nuestras propias fuerzas? Dios nos libre de pensarlo. Lo lograremos solamente si dejamos que el Espíritu Santo obre en nosotros. Pero eso de 'dejar actuar al Espíritu Santo' no es una actitud pasiva, sino un amor activo que abre bien los ojos para seguir los caminos que señala el Divino Espíritu.  

¡Vamos adelante! Con esa confianza que produce el amor apasionado a Dios. Esta pobre vida no es más que un esfuerzo que Dios nos pide para secundarlo Él con su gracia: 'No yo, sino la gracia de Dios que está conmigo' (1 Cor. 15.10) ¡Qué palabra tan consoladora!

Que cada uno pida al Espíritu Santo, para sí mismo y para todos, el don de fortaleza, que supla nuestra innata debilidad". (12)  

"Queridos hijos, consideren su vocación tan sublime, y préstense de veras para que el Espíritu Santo habite en sus almas y las posea plenamente" (13)  

"Estudien más y más, amados hijos, la teología del Espíritu Santo para dar a su piedad bases sólidas, y poder amarle veras a la Tercera Divina Persona". (14)  

“Como deben ser directores espirituales, recuerden con frecuencia que son instrumentos del Espíritu Santo en la obra de la santificación de las almas. Por lo tanto, sean devotísimos del Divino Espíritu, y pídanle constantemente la gracia de ser hombres de oración". (15)  

"Bajo el impulso del Espíritu Santo imitaremos a Jesús, en su amor obediente al Padre y en su amor humilde a los hombres".  

"Conscientes de que sólo puede transformamos en Cristo el Espíritu Santo, nos consagraremos a Él y seremos dóciles a sus inspiraciones". (16)  

"Predestinados a reproducir la imagen del Hijo, nos dejaremos guiar por el Espíritu Santo hasta ser transformados en Jesús crucificado. Sólo este Espíritu Divino que habita en nuestros corazones nos transformará en ofrenda permanente junto con Jesús, y nos llevará al conocimiento pleno del misterio de Dios y de la Cruz. Por eso nuestra vocación nos consagra de manera especial al Espíritu Santo y nos pide que seamos devotísimos de este Divino Espíritu". (17)  

"Recibe, Espíritu Santo, la entrega absoluta de todo mi ser, dígnate ser mi luz, mi Guía y mi Fuerza en cada una de mis acciones. Te pido ser fiel a todas tus inspiraciones, y que hagas de mi una imagen verdadera de Cristo Jesús". (18)  

Podríamos sintetizar en esta formula la espiritualidad del Padre Félix: Transformarnos en Jesús haciendo perfectamente la voluntad del Padre, bajo la dirección, la luz y la fuerza del Espíritu Santo.  

En otros escritos, el padre Félix insiste en que nuestro seguimiento de Jesús debe ser principalmente como Sacerdote del Padre, movidos por el Espíritu Santo.  


CITAS:  

1-Plática a los novicios. 14 oct. 1924.
2-Revista La Cruz. Enero 1927.
3-Plática a los estudiantes. 12 oct. 1932.
4-En una libreta. Sin fecha.
5-Revista Pentecostés. Abril 1924.
6-Manual de la devoción al Espíritu Santo.
7-Retiro a los novicios. 1929.
8-La Cruz. Nov. 1927.
9-Plática a un grupo de sacerdotes. Oct. 1931.
10- Apuntes para una plática. Sin fecha.
11-A una religiosa. 6 de feb. 1931.
12-A la casa de Roma. 1 jul. 1930.
13-Ibíd. 24 enero 1931.
14-Ibíd. 8 abr. 1934.
15-Constituciones. No. 202.
16-Ibíd. Art. 2.
17-Ibíd. Art. 8.
18-Manual para la Familia del Espíritu Santo.
 

Anterior | ÍNDICE | Siguiente

 

 

 © 2008, Misioneros del Espíritu Santo. Derechos Reservados.