CAPÍTULO
IV
LA CRUZ DE LA OBEDIENCIA
Mientras el padre Félix preparaba su viaje a Francia,
sucedió un incidente lamentable, a causa de unas cartas que
escribió a su hermano Manuel, que era también sacerdote
Marista y estaba trabajando en las misiones de Oceanía.
Lo que sucedió fue que el buen padre Manuel se alarmó ante
las confidencias cada vez más extrañas de su hermano Félix.
Pensó que estaba cayendo en un peligroso engaño y que lo
mejor sería enviar todas esas cartas al Superior General,
dándole además su propia opinión sobre el asunto.
Naturalmente, el padre Manuel escribió también a su querido
hermano. La carta está fechada el 26 de abril, pero el padre
Félix la recibió en México hasta el 19 de mayo:
"Muy querido Félix: En estos días he recibido tus cartas, y
ahora entiendo lo suficiente para poder hablarte con
franqueza, como hermanos.
Le mandé todas tus cartas al Superior General para que se
oriente y tenga luz para darte una respuesta acedada en esta
cuestión de capital importancia para ti. Espero que me
perdones, no viendo en mi modo de proceder sino el sincero
deseo que tengo de que únicamente hagas lo que Dios quiere
de ti.
Siempre he visto que tu juicio está influenciado por una
viva imaginación más que por el sentido práctico. Me parece
que vas por un camino equivocado, que estás bajo el influjo
de un espejismo, como hipnotizado. No te dejes engañar. No
hagas caso de visiones, apariciones, santas religiosas, etc.
No cambies tu camino. Es verdaderamente admirable todo lo
que estás haciendo en nuestra parroquia en México. Nunca
harás más bien del que ahora estás haciendo..."
El padre Félix anotó en su diario:
"Hoy recibí una carta de Manuel, en la que me trata como
alucinado. Creerá que estoy loco.
Ofrezco a Jesús esta pena y siento gozo interior al tener
algo que ofrecerle.
Me dice Manuel que mandó mis cartas al R.P. General. ¿Qué
habrá pensado? ¿Qué comentarios le habrá hecho Manuel?
¡Ah, hermano, te perdono de todo corazón!" (Diario. 19 de
mayo 1904).
Al día siguiente, el padre Félix escribe esta carta a su
Superior General:
"México, 20 de mayo de 1904. Reverendísimo padre: Gracias
por su carta del 20 de abril, en la cual me concede permiso
de ir a Francia. Tengo, en efecto, que hablar largamente con
Ud. de cosas muy importantes que no puedo tratarle por
carta. Manuel me ha escrito, y me dice que le ha mandado a
Ud. las cartas que yo le envíe a él; y me trata como a un
pobre loco. Espero que el juicio de Ud. sea muy diferente.
En todo caso, yo seguiré, como siempre, el camino regio de
la obediencia.
Si la obra a la cual quiero consagrar mi vida es de Dios. Él
abrirá caminos. Pero si después de haberme oído, Ud. me dice
que estoy equivocado, y me envía al lugar más humilde, yo
iré sin vacilación, alegremente, feliz por obedecer. No
empezaré nada sin su aprobación; ni haré nada sin la
bendición del Vicario de Cristo".
Por su parte el Superior Provincial, le escribió también al
padre Félix:
"Por lo que he sabido, entre las razones que Ud. tiene para
ir a Francia, la principal es que Ud. se cree llamado por
Dios a una Obra especial. Siento mucho no haber podido ir a
México para hablarle de este asunto. No sabía yo que Ud.
estuviera tan resuelto a llegar hasta el fin. Lo creía más
firme en su vocación de Marista, que es más segura que la
que Ud. cree haber recibido por un nuevo llamamiento de
Dios. Creo que yo le debería haber prohibido a Ud. la
dirección de esas religiosas. Temo que el demasiado cuidado
prestado a esa comunidad lo haya hecho descuidar la obra
principal, que es la buena dirección de la parroquia que se
le confió.
Con pena, como Ud. debe comprender, pero en cumplimiento de
mi deber, he escrito en este sentido al R.P. General" (P.
Descreux, 1º. de junio 1904).
El padre Félix, le contesta al Superior Provincial
explicando su caso y aclarándole muchas cosas. Su carta
termina así:
"Finalmente, permítame aclararle algo sobre lo que Ud. me
dice acerca de mi vocación de Marista. Estoy muy apegado a
mi vocación, pero, si mi nuevo Llamamiento es juzgado
auténtico, estoy más apegado a la voluntad de Dios. Con
todo, si el Revmo. Padre General, después de haberme
escuchado me dice que estoy equivocado, que soy un iluso,
que no le vuelva a hablar nunca de esto, y me manda a
Oceanía; yo le aseguro que no vacilaré un segundo. En la
voluntad de mi Superior veré la voluntad de Dios y
alegremente iré a morir a cualquier isla perdida en el
Océano".
Por último, el Superior General, al recibir los informes
desfavorables del padre Manuel y del padre Descreux
(Provincial), escribió también de inmediato al padre Félix
una carta que llegó a México cuando éste había ya partido
rumbo a Francia. Está escrita el 1º. de julio, y en ella se
pueden observar que varios aspectos del asunto habían sido
mal interpretados:
"He sabido que usted está dando pasos para pedir a Roma la
dispensa de sus votos, y dice que de parte mía no hay ningún
obstáculo para hacerlo así.
Hasta que Ud. obtenga realmente esa dispensa yo seré su
Superior, y por eso, mientras pueda, tengo que cumplir mi
deber para con Ud.
No entiendo por qué pretende Ud. cambiar su vocación de
Marista por la de sacerdote secular, puesto que
anteriormente Ud. se había mostrado siempre muy apegado a su
vocación de religioso. Creo que se está dejando llevar por
ciertos triunfos o por ciertas alabanzas, y ya no le parece
apropiado para Ud. el ideal Marista de vivir "ignorados y
ocultos en este mundo". Pero, ¿será una luz de lo alto lo
que le hace ver así las cosas? Obre con rectitud y pida a la
Sma. Virgen que le haga conocer el verdadero camino que lo
debe conducir al cielo.
Le mando, pues en virtud de santa obediencia, que antes de
dar cualquier otro paso para obtener la dispensa de sus
votos, haga ejercicios espirituales durante nueve días con
los Trapenses de Dambez o con los de Sept Fonts; y si
después de esto Ud. cree que Dios lo quiere así, e insiste
en pedir a Roma la dispensa de sus votos religiosos, no
solamente no pondré ningún obstáculo para ello, sino que le
ayudaré en todo lo que pueda" (P. Antonio Martin, Sup. Gn.).
Como ya dijimos, el P. Félix nunca recibió esta carta que se
encuentra en los archivos de los padres Maristas, porque
había salido el 15 de julio en el tren de Veracruz, y al día
siguiente se embarcó hacia Francia en el vapor español
"Alfonso XIII".
Desembarcó en Santander. De allí se trasladó a Lourdes, y
llegó a Lyon el 5 de agosto. Ese mismo día habló con el P.
Antonio Martin, Superior General de su Congregación.
Las pláticas continuaron hasta el día 9 de este mes. El
padre Félix expuso todo a su Superior con absoluta
franqueza, y le entregó las cartas de recomendación que
llevaba: del Delegado Apostólico, del Arzobispo de México, y
de Mons. Ruiz, Obispo de León.
"Le abrí mi alma con toda la franqueza de que soy capaz, y
no le oculté nada, ni siquiera aquellas cosas que yo sabía
que le iban a causar mala impresión" (Carta del P. Félix a
Mons. Ruiz 25 de agosto, 1904).
Además de las entrevistas personales, el P. Félix entregó al
P. Martin un escrito titulado "Breve Resumen". Dice así:
"1.-- Porqué ESTA FUNDACIÓN. Únicamente porque nuestro Señor
la pidió con insistencia a la Sra. Concepción Cabrera. Y por
los frutos admirables que ha producido hasta ahora la Obra
de la Cruz en sus dos instituciones: Las Religiosas de la
Cruz y el Apostolado de la Cruz; ya aprobadas por la Santa
Sede.
2.-- DE DONDE ME HA VENIDO ESTA NUEVA VOCACIÓN. Nunca he
tenido tentaciones contra mi vocación de Marista: siempre ha
sido muy firme. Pero ciertamente yo había sentido siempre en
mí un anhelo de mayor perfección que no logré satisfacer
antes de conocer las Obras de la Cruz. Pero no busco
realizar este ideal fuera de la Sociedad de María, a la cual
amaré y serviré cuanto pueda y con toda mi alma.
Es nuestro Señor el que me ha manifestado claramente su
voluntad, por medio de muchas circunstancias que de viva voz
le expliqué a usted. Y estoy dispuesto a sufrir cualquier
martirio antes que dejar de corresponder al Llamamiento de
Dios
Sin embargo, declaro solemnemente que no daré un solo paso
sin la aprobación de Ud. y no me apartaré jamás del camino
regio de la santa obediencia.
3.-- POR QUE CREO EN LA SEÑORA CABRERA: Porque personalmente
he constatado y comprobado la autenticidad de su misión. Y
porque he consultado a las personas que la conocen más
íntimamente: El Arzobispo de México, el Arzobispo de Puebla,
el Delegado Apostólico, el Obispo de León, y el sacerdote
que fue su confesor durante diez años. Y todos me han dicho
sin vacilar y con entusiasmo: "Siga Ud. adelante, porque
esta obra es de Dios". Ellos conocen las gracias
maravillosas que esta señora ha recibido de Dios, y de las
cuales yo le hablaré detalladamente.
Además está la autenticidad de sus virtudes: su humildad
admirable, su deseo constante de ser ignorada, su obediencia
a toda prueba, su santidad de vida, sus penitencias tan
extraordinarias que humanamente serían imposibles si Dios no
la sostuviera sobrenaturalmente: y los favores especiales
que Dios le ha concedido de los cuales no puedo dudar.
4.-- DOCTRINA y ESPIRITUALIDAD DE LA OBRA: La Sra. Cabrera
ha escrito mucho, y sus escritos tienen el sello de Dios.
Llegan al corazón, y están llenos de teología aún cuando
ella nunca ha estudiado. El Arzobispo de México ha hecho
examinar estos escritos por los mejores teólogos de la
capital, y ellos quedaron admirados de tanta profundidad y
exactitud.
QUE ES LO QUE PIENSO HACER
1.-- Obtener el pleno consentimiento y la aprobación de Ud.
para que se sepa, ahora y también más tarde, que la Obra se
inició por el camino de la obediencia perfecta.
2.-- Si Ud. me niega el permiso, obedeceré pronta y
alegremente, porque sé que obedecerle a Ud. es obedecer a
Dios, y yo no pretendo otra cosa que hacer la santa voluntad
de Dios.
3.-- Si Ud. me concede el permiso, partiré inmediatamente
para Roma, expondré mis proyectos al Cardenal Vires para que
me ayude ante el Papa, y pediré al Vicario de Cristo que me
bendiga y me dé el hábito de los Religiosos de la Cruz.
4.-- Enseguida buscaré vocaciones y las llevaré a México
para comenzar el noviciado, bajo los auspicios del Arzobispo
de México".
El P. Antonio Martin, pidió al padre Félix que le diera
tiempo para consultar su asunto con los Asistentes Generales
y que entre tanto, fuera a visitar a su familia. Así que la
entrevista definitiva se realizó hasta el día 19.
El P. Martin recibió amablemente al padre Félix, le pidió
que se sentara y le dijo:
"Voy a leerle este papel. Lo escribí para estar más seguro
de mis expresiones, y para que Ud. lo guarde y recuerde
mejor mis órdenes y se atenga fielmente a la voluntad de
Dios".
En el papel estaba escrito lo siguiente:
"Mi querido padre Félix, después de haber orado y
reflexionado, y después de haber consultado el parecer de mi
Consejo, y contando con su promesa de obedecer a la decisión
que yo tomare sobre la misión de fundar una nueva
Congregación Religiosa, le ordeno lo siguiente:
1.-- Que Ud. no se ocupe de ninguna manera de la fundación
de la nueva Congregación.
2.-- Que Ud. deje de comunicarse, por carta o de cualquier
otra manera con la Sra. Cabrera, ya sea directa o
indirectamente.
3.-- En cuanto a sus penitencias, confesiones y dirección
espiritual, confórmese a lo que mandan nuestras reglas de la
Sociedad de María en el artículo III de nuestras
Constituciones".
Después de que el padre Martin leyó estas disposiciones y
las entregó al P. Félix, le dijo:
"Ahora, si Ud. no tiene ninguna dificultad, lo mando a
España, a nuestra Casa de Barcelona, donde tendrá como
Superior al Padre Gauven".
El padre Félix contestó:
"Iré con mucho gusto, pues estoy seguro de hacer la voluntad
de Dios, y no quiero otra cosa" (Diario).
La Sra. Cabrera recibió la última carta del padre Félix el
11 de septiembre. Y ella no volvió a comunicarse con él. El
14, escribió lo siguiente al Superior General:
"Recibí una carta del P. Félix, en la cual me avisa de su
traslado a Barcelona y de la prohibición de volverme a
escribir. Muy bien, mi respetado padre, no tema que yo
contraríe su voluntad en lo más mínimo. Ud. está en el deber
de tomar el camino que le parezca más prudente. Pero espero
que el Señor le hará conocer la verdad de su deseo" (México,
14 de Sep. 1904).
Durante 10 años el padre Félix estuvo en Europa sin
comunicarse para nada con México, callando y obedeciendo;
orando y buscando el cumplimiento riel de la voluntad de
Dios.
Yo no dudo de que estos diez años de vida oculta y de
obediencia heroica, hayan sido los más fecundos en frutos de
purificación y progreso espiritual para este hombre a quien
Dios había elegido para ser uno de aquellos que llamamos
"santos".
El mismo día en que recibió la dolorosa negativa de su
superior, escribió en su diario:
"Ahora estoy aislado. Solo con Jesús... ya llegó, Señor, la
hora que yo temía, la hora de la prueba. Las palabras de mi
Superior son tuyas, y como tales las obedecerá con gusto,
toda la vida, si esa es tu voluntad, aunque ya mi corazón
está sufriendo un martirio..." (19 de Agosto de 1904).
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