CONCHITA

Diario Espiritual de una
Madre de Familia

El Monograma de Jesús

El amor de Cristo latía cada día más en el corazón de Conchita y animaba aún los más pequeños actos. Amaba apasionadamente a su marido y a sus hijos pero como "envueltos en ese mismo amor" (Aut. I, p. 105). Cristo no mutila el amor humano: lo transfigura y lo diviniza...

Durante su infancia en las haciendas de su familia, y a últimas fechas en la de su hermano Octaviano, Conchita había observado cómo se imprimía en el ganado con fierro candente la marca de su dueño. Ella también soñaba con llevar hasta en su carne el sello de Cristo. Se encuentran casos análogos en la vida de otros santos, como en el beato Enrique Suzó, dominico. El caso más semejante al de Conchita es el de santa Juana de Chantal, joven viuda, impulsada por su familia a volver a casarse y que, para poner fin a aquellas instancias, un día se retiró a su recámara y grabó sobre su corazón el Nombre de 'Jesús', cuyas cicatrices se encontraron aún cuando murió; únicamente la huella de la última letra 'S' se había borrado casi. San Francisco de Sales manifestó claramente que si él hubiera estado allí no lo hubiera permitido. Los santos son a veces más admirables que imitables. Se podría hacer la misma observación acerca de Conchita.

"Por fin de ruegos conseguí el permiso de mi director para marcar el monograma en mi pecho el día del Dulce Nombre de Jesús, 14 de enero de 1894. Corté el pecho formando letras grandes con la navaja, J H S en esta forma; luego que lo hice sentí como si una fuerza sobrenatural me arrojara al suelo y con la frente en la tierra, en los ojos las lágrimas y el fuego en el corazón le pedía al Señor con vehemencia, con un celo devorador la salvación de las almas: ¡JESUS, SALVADOR DE LOS HOMBRES, SALVALOS, SALVALOS!

"Yo no me acordaba de más: almas, almas para Jesús era lo que deseaba. Más eran los ardores del alma que los del cuerpo, y la dicha indecible que yo experimentaba siendo, como los animales de su dueño, yo de Jesús, de Jesús, de mi Jesús que salvaría a tantas pobrecitas almas que le darían gloria. Arrebatada de dicha pasé el día, con ansias vivas de soledad y oración, y con una visita a quien estar atendiendo" (Aut. I, p. 205-207).

Es un hecho que tiene su fuente en los carismas de Dios y en la locura del amor, en seguimiento de un Dios crucificado.  Se explica por la misión excepcional de la fundadora de las Obras de la Cruz, llamadas a extenderse por el mundo entero.  Una Teresa de Lisieux, que era sin embargo la santa preferida de Conchita, tenía otra manera de probar a Jesús que lo amaba con locura, soñando en ser en la Iglesia el amor que nada rehúsa.  Hay que tener en cuenta la idiosincrasia de los pueblos, la gracia personal y de la misión de cada uno.  Es el mismo Espíritu el que se expresa, con letras de fuego y de sangre, como también, y con fuerza no menor, en la fidelidad absoluta al más pequeño sacrificio.  En el cristianismo, el heroísmo en lo pequeño está unido al heroísmo en lo grande bajo el impulso de un mismo Espíritu de amor.

El monograma inaugura una nueva fase cuyas repercusiones se dejaron sentir:
- en su vida personal,
- en su irradiación apostólica
- y, de un modo carismático, por medio de las iluminaciones divinas para bien de la Iglesia entera.

Así en la economía de la salvación: algunos actos privilegiados extienden a veces su influencia salvadora a todo el Cuerpo místico de Cristo.  Así sucedió en forma sin igual con el "Fiat" de María que salvó al mundo. Guardada la debida proporción, el más pequeño acto humano repercute en la historia del mundo y sólo en el último juicio podrá ser debidamente aquilatado.


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